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El apagón del lunes sólo ha traído una cosa: la corroboración, ya absoluta, de que tenemos a España hecha unos zorros. Los ataques del 11M aún sin explicar (más de veinte años después, queremos saber), continúan sin pedirse responsabilidades penales por la criminal gestión de la pandemia del covid-19, y sobre la reciente catástrofe de Valencia, ahí seguimos, asentados en el «si necesitan algo que lo pidan». Lo último que nos faltaba era lo que nunca se había producido en un país que se tiene por desarrollado (más risa), un corte total del suministro eléctrico como ocurrió el lunes, arrastrando además a todo Portugal ¡Qué vergüenza! Me autocorrijo: ¡Qué puta vergüenza!
Pero España a lo suyo, ¡otra de gambas!, mientras Pedro Sánchez vuelve a desplegar su gusto por la chulería y la tiranía; su gusto por el genocidio, habida cuenta de cómo nos estrangula un día sí y otro también. Idi Amin Sánchez.
Se fue la luz y se asentó el terror y la incertidumbre en nuestras vidas. Incomunicados, paralizados de golpe y con el Gobierno en pleno desaparecido, imagino que buscando culpables fuera. Volvió el suministro, pero nadie salía a la palestra a dar explicaciones sobre lo que estaba ocurriendo. Una distopía en vivo y en directo, pues el futuro nos alcanzó un lunes, el Lunes de Aguas de 2025. Y la gente, los periodistas, no tardaron en calificar la situación de «histórica». Y vuelta con el «hecho histórico». Histórica fue la caída del Muro de Berlín, la Transición española o los acuerdos de paz de Camp David, pero no un apagón de luz de un país entero por causas «desconocidas» sobre las que ya Idi Amin Sánchez ha lanzado su habitual cargamento de mierda y mentiras. La culpa es del chachachá, del sector privado y huelga decir que de Franco y sus malditos pantanos, llenos de agua estancada.
Histórico fue y es, una vez más, un acto de sabotaje como el del lunes, pues terrorismo puro es estar al frente de algo, lo que sea, a sabiendas de que eres un incapaz, un ignorante, y por tanto un peligro público, como Beatriz Corredor, otra Jessica del partido, representante de una política enferma de corrupción en la que se pasan los cargos y sueldos de mano en mano… hasta que llegue un «lunes negro». Pero da igual, no pasa nada, nunca pasa nada. ¡¡Cómo me gusta el olor a napalm por la mañana!!, grita Sánchez en otra de sus escenas de rencor y crimen. Histórico.
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