La España del tururú
Pero España hoy está enferma, quizá de éxito o puede que haya sufrido una embolia de bienestar
Los que hemos tenido la inmensa suerte de ver mundo un poco más allá de Fuentes de Oñoro, sabemos con precisión quirúrgica que España, por seculares razones, es uno de los mejores lugares para vivir de la Vía Láctea. Desde nuestros ancestros romanos, pero sobre todo desde nuestros padres Isabel y Fernando, hemos construido una increíble nación que siempre ha sabido sobreponerse al invasor y a sí misma. Pudimos con las repúblicas, con las dictaduras, resurgimos de las cenizas de nuestro glorioso y sacro Imperio, e incluso sobreviviremos a Pedro Sánchez, no desesperen… Pero España hoy está enferma, quizá de éxito o puede que haya sufrido una embolia de bienestar que le ha hecho perder sus orígenes y unos genes labrados a golpe de mucho sacrificio y fandango.
Digamos -así lo ve mi cabeza- que estamos desinflando a España para convertirla en un revuelto de todo y de nada, donde a los jueces (la Ley), como a los profesores (la Base), se les tutea, se les torea y llegado el caso se les amenaza y se les agrede; donde al Congreso de los Diputados (hoy un zoológico asexuado) se va en chándal y sin honor; donde las calles se han convertido en desiertos por los que circulan personas vencidas; donde en los campos no rugen los tractores porque ya no hay tractoristas. El panorama es desolador pero siguen, todos, cantando y regalando el dinero que ni tienen ni les pertenece, sin prestar la más mínima atención al colapso que viene. El Estado, a través de sus ciegos y criminales gobiernos, nos ha abandonado. Antidepresivos gratis, trenes gratis, autobuses gratis, chupetes gratis, cocido-todos-los-martes gratis, cambios de sexo gratis… Tómbola de los Hermanos Cachichi, premiando, oigan…
Y así hasta llegar al gran problemón de salud pública que nos ha convertido en un país por el que el alcohol corre a chorros por nuestras venas, por las venas de los niños que hoy se chutan sus buenos lingotazos en botellones y en las fiestas etílicas de los pueblos. Las juergas romanas eran ejercicios espirituales al lado de estas bacanales de ron barato con «Coca Cola» de dos litros mientras que los botellines clásicos son más bien biberones que el personal no para de chupar. La vida en España pasa hoy por niños y niñas borrachas como cubas, tururú, haciendo buena la canción de «Los Brincos», aunque puta gracia la que tiene esta pandemia de alcoholismo programado. Mientras tanto, los políticos legislan sobre la dieta probiótica adecuada para los gatitos en situación de soledad no deseada. Tururú.