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Todos los que estamos contra el Gobierno de Sánchez, en realidad contra su no-Gobierno, pues bien poco hace más allá de preparar torticeramente el camino hacia la república bolivariana de Expaña, somos el enemigo; sí, todos lo somos, sus críticos, los que estamos escandalizados y avergonzados, los que estamos asustados ante la destrucción del Estado, viendo cómo se mima a los bárbaros, a los nazis, viendo cómo se excarcela a cara descubierta a los terroristas y se les deja participar en la sagrada democracia; todos los que creemos en el bienestar, en la convivencia y en la Constitución somos el enemigo a batir, los que vivimos en el gueto de la «fachoesfera» que ellos nos han creado para dar así rienda suelta a sus latrocinios, a sus bacanales de mentiras con total impunidad, y qué mejor ejemplo que el de un fiscal general del Estado imputado y aferrado al cargo y al sistema bananero que le aupó y que le sostiene. Como hubiera dicho el sinvergüenza de Jordi Pujol, así parece responder García Ortiz: ¿qué coño es esto del Tribunal Supremo?
Una amiga sueca, y por tanto no sospechosa, dice que lo que pasa en España es «de Torrente», como sinónimo del lumpen, de la cutrez, de la ordinariez típica de ese cine español rehén de las palabrotas, los eructos y los chistes sin gracia. Y todos de izquierdas, esa cosa amorfa trufada de caviar beluga que llaman gente de la cultura, coristas de «La Grande Bouffe» vista por Torrente. Sin duda la España más cateta y casposa que, lejos de extinguirse con Pajares y Esteso, ha renacido, y ahí tenemos al señor Ábalos, el terror de las nenas. ¡Qué asco! Pero ahí siguen, aferrados a su manual de golfos sin careta, a sus escaños robados con el servilismo baboso del «sí, bwana», con la «fachoesfera» por respuesta, con la trama «Gürtel» erre que erre, y no desempolvan el caso «Sofico» porque no les da para más a estos hijos del odio y de la ignorancia. De la corrupción del pelotazo «white-collar» del «felipismo», hemos pasado a las bolsas de basura con dinero, estilo Julián Muñoz, otro personaje «torrentiano» de la Marbella profunda. En España no son los de la «Ivy League» los que toman el poder y el dinero, ni siquiera los de Salamanca: aquí lo hemos dejado todo en manos de porteros de puticlub y en catedráticas sin la selectividad. Pero ahora que lo pienso, el «sanchismo» ha puesto a Torrente a la altura de Steinbeck.
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