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Viendo y leyendo estos días el torrente de noticias y comentarios sobre la muerte del papa Francisco, no sé si ha muerto Jorge Mario Bergoglio o si ha muerto el mismísimo Dios, que no era precisamente Maradona... Si me hago caso de lo que se dice, y la mayoría se hace caso, en poco más de una década este papa, él solito, le ha dado la vuelta a la Iglesia y ha acogido en su seno a todos los pobres del mundo. Más que Sumo Pontífice, el clan de sus sospechosos aduladores, curiosamente todos ellos abanderados del ateísmo, el agnosticismo y el relativismo, lo han convertido en un líder sindical, cambiando el Ángelus por La Internacional. Y qué quieren que les diga, así estamos, como pollos sin cabeza, pastoreados por la confusión, el ruido y por la maldad disfrazada de buenismo, el mantra progre y criminal, ahora conocido como lo «woke».
Quien me lea sabrá que nunca sintonicé con el papa Francisco, a quien vi como un alma extraviada nada menos que en el Vaticano. Jugar a los «curas rojos» en los extrarradios de la España de los sesenta o impartir teología de la liberación en el Amazonas fueron una cosa, y otras son la Fe, el pensamiento y la evolución, también de la Iglesia, que falta le viene haciendo en la mayor sangría «empresarial» de la historia, con pérdidas masivas y constantes de «clientes», la mayoría hartos de tanta soledad, de tanto postureo y de tanta hipocresía católica. Bergoglio para mí era eso, un cura descarriado y jaleado por «groupies» como Pablo Iglesias… Ya ven, Pablo Iglesias. Y cuando llegó el día que tuve que escuchar al Papa, al Papa de mi Iglesia, justificar el salvaje y sangriento atentado islamista contra la redacción parisina de la revista satírica «Charlie Hebdo», afirmando que la libertad de expresión tiene límites y que si insultan a mi madre, pueden llevarse «un puñetazo», pues qué quieren que les diga, a otro perro con ese hueso.
No todo vale y como creyente, y por supuesto como católico, moralmente no he podido aceptar a un papa con semejante discurso, un papa que se va de este mundo sin haber hecho nada salvo hablar, abrazar a Fidel Castro y hacer como que hago. En concreto, ha sido el suyo un papado de «wokismo» de sotana, puro y duro populismo en nombre de Dios. Pobre Dios, qué estrés. Y nosotros, buscando paz y consuelo en iglesias vacías. Descanse en paz un hombre.
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