Cinco horas con Pedro
Pedro Sánchez es también quien ha traído el ruido y la furia a nuestras vidas
Pedro Sánchez no es sólo un político detestable, no sólo es el hombre que ha culminado la destrucción de España iniciada por ese otro gran ... mediocre que es Zapatero, no sólo ha dinamitado la paz social haciendo de España una ensalada de Españas en la que nadie sabe muy bien ubicarse, pues desconocemos si somos ciudadanos de una nación, de una autonomía artificial, o de eso que llaman ahora los territorios, como si estuviéramos embarcados en la conquista del salvaje Oeste ibérico. Pedro Sánchez es también quien ha traído el ruido y la furia a nuestras vidas, pues su obsesión -en las antípodas de gobernar- no es otra que ser el centro de atención, como buen dictador bananero que es. Y digo es, pues ya pasó su periodo de aspirante, cuando desde el «Peugeot» proyectaba los nuevos golpes de Estado que vendrían, silenciosos, populistas y con el odio por bandera: sin sangre pero con saña, que nada quede fuera del control del Poder con cargo a la deuda pública.
Y ahí lo tenemos, cinco horas con Pedro (gracias Miguel Delibes). Cinco horas estuvo el jueves ante la comisión de investigación del Senado sobre el «caso Koldo», cinco horas tiradas a la basura, pues Fidel Sánchez Castro es mucho Fidel y mucho Sánchez. Yo, yo, y después yo. Nada dijo, «no me consta», pues él es el intocable, el que se ríe de las instituciones en su misma cara, el que se mea en la democracia con una chulería que hace vomitar al más templado. Risas, ironías y mucho «no sé» es cuanto sacamos los ciudadanos de una intervención que tendría que haber sido modelo de transparencia y buena disposición. Fue bochornoso lo que vimos. Si alguien cree que España es todavía una democracia, que se lo haga mirar.
Ni oposición, ni reglas, ni respuestas, ni investigación, ni aclarar nada, sólo quedó Sánchez tras esas cinco horas con Sánchez (gracias Miguel Delibes) en las que al menos se escuchó una gran verdad. Dijo Chucky Sánchez que la comisión parecía un circo. Y es verdad, lo fue, el circo que él en persona nos ha traído, pues si eliges a un payaso para presidente, sólo puedes esperar un circo de país. Pura sabiduría popular yanqui, «elect a clown, expect a circus». No falla. Pero la culpa es de Ayuso, de Aznar, de los Reyes Católicos y ya puestos hasta de Recaredo, todos fascistas.
Y aquí estamos un día más, aporreando el teclado contra Sánchez y más Sánchez, pues no queda otra. Sería frívolo y hasta colaboracionista con el «sanchismo» escribir del amor y del lujo, de mis noches en el «Teatergrillen» con Ingmar Bergman, o de los muertos que nos visitan hoy sobre una alfombra eterna de flores de cempasúchil.
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