El reloj de la Plaza hace 100 años justos
En Salamanca existían dos horas distintas. La de la Catedral, con 22 minutos de retraso, regía para la vida docente
El reloj del Ayuntamiento, que ha marcado, y sigue marcando la vida de la ciudad, el día de Santiago de 1925 echó a andar de nuevo tras una parada por reparación. En los 73 años de existencia, pues se inauguró en 1852, por primera vez se mostró fatigado siendo alcalde Matías Prieto Lobato en 1890 y hubo que repararlo. Se encargó de ello Juan Gómez Sebastián, quien le dio ánimos para seguir su metódica marcha hasta que en 1900, como si le angustiaran los años justos, volvió a sentir un nuevo desfallecimiento para ponerse en manos del yerno de Gómez Sebastián, el relojero Antonio Ferreira Gómez, casado con su hija Priscila, pues Juan había fallecido el 28/02/1899.
Cuando se inauguró el reloj se colocaron las campanas, modelo de fundición que Salvador Raurell realizó en el patio de lo que fue cuartel de la Guardia Civil y hoy aloja los Juzgados, en la Plaza de Colón.
El Ayuntamiento llegó a un acuerdo con la «fabrica» de san Martín para comprar su parte del reloj y emplearlo en las nuevas campanas a instalar en la Plaza Mayor en 1852 y la parroquia de san Martín aprovechó la circunstancia de las fundiciones de campanas del Ayuntamiento para fundir de nuevo su deteriorada campana mayor.
El reloj del Ayuntamiento fue el principal intérprete del cambio de la hora en verano por primera vez, adoptada de acuerdo con el RD de 3 de abril de 1918, disponiendo que el día 15 del mes actual y a las 23 horas se adelante la hora legal en 60 minutos y que el día 6 de octubre se restablezca la hora normal. El motivo principal aducido para el cambio era el problema del abastecimiento y consumo de carbón, agravado por la guerra y la desarticulación de los transportes. El horario solo regiría en primavera, verano y otoño.
En Salamanca regían dos horas distintas. La del Ayuntamiento en su reloj de la Plaza Mayor, era la hora oficial y la de la Catedral, con 22 minutos de retraso, regía para la vida docente, universitaria y eclesiástica e incluso se acomodaban a ella los trabajadores de obras, construcciones y fábricas. Marcaba la hora correspondiente al huso horario de la localidad, que en la Catedral Vieja era 5º 39´59» O, mientras el meridiano de Madrid se encuentra en 3º 41´ O.
El Ayuntamiento, por medio de su alcalde accidental, Sr. Vázquez de Parga, se dirigió al Cabildo Catedralicio para acordar los horarios establecidos para toda España. El horario catedralicio se ajustaba al meridiano de Greenwich. El gobernador civil don Evasio Rodríguez Blanco envía un atento saluda, a nombre del deán de la Catedral, una vez enterado del BO en el que se inserta el RD relativo al nuevo horario para su conocimiento y efectos y reunido el Cabildo adopta una resolución favorable. El ramo de la Construcción está pendiente de la resolución del Cabildo pues piensa seguir rigiéndose por el horario catedralicio.
A las 11 de la noche hay un lleno total en la Plaza Mayor para contemplar cómo el relojero municipal don Antonio Ferreira Gómez, al término de las 11 campanadas hace girar vertiginosamente las manecillas y al señalar las 12, vuelven a sonar las campanadas, mientras el enardecido público salmantino aplaude, vocifera, canta y baila. Al mismo tiempo el reloj de la Catedral acopla sus saetas a las de la Plaza, pero retrasando en una hora las fiestas religiosas que en ella se celebran.
Por lo que respecta al reloj de san Martín da las 12, mientras el de la Plaza Mayor marca las 12 menos cuarto. Este reloj estuvo situado en el campanario de la iglesia y consistía en un reloj de esfera, servido por 3 campanas, dejando de ser un campanario meramente eclesiástico para convertirse en el reloj de la Ciudad, desde 1574 hasta que en 1852 se instala el de la espadaña del Ayuntamiento en la Plaza Mayor.
La reparación de 1925 consistió en sustituir las viejas e inútiles ruedas para fundirlas de nuevo, poniéndolo en marcha a la 12 en punto, entre el estruendo de los cohetes y los acordes de un pasodoble, interpretado por la Banda de música del Regimiento de La Victoria, solemnizando la antiquísima costumbre del izado de «La Mariseca».