Un «Correggio» desaparecido
El cuadro no es de Correggio sino copia hecha con alguna gracia, aunque ¡por desgracia! no con la que le atribuyeron sus buscadores
El 5 de abril de 1927 publica El Adelanto una noticia en la que da cuenta de que Augusto Biénzobas, historiador y crítico de arte, unos días antes ha visitado la Capilla del cementerio salmantino y observado la falta de un cuadro que hace seis u ocho años estaba situado a mano derecha, obra de Antonio Allegri «Correggio», en el que figuran la Virgen, el Niño Jesús y otras personas.
Lo había descubierto sobre 1918 y dio cuenta de ello a sus buenos amigos Fernando Unamuno, hijo del Rector y luego arquitecto municipal de Palencia y Leonardo Martín Echeverría, ilustre geógrafo salmantino, haciendo también partícipe al artista pintor Laureano Martín, que reconocieron la excelencia del cuadro.
Indagó en su día sobre la obra de Correggio y parecía encontrarse el cuadro en el Museo del Louvre de París, figurando en el catálogo con la misma indicación, que consistía en un zurcido en el ángulo inferior izquierdo. Pregunta al conservador del Museo, pero no recibe contestación, que achaca a los avatares de la guerra europea.
Parece que se trataba de «Los desposorios místicos de santa Catalina de Alejandría en presencia de san Sebastián», distinguibles por el anillo que entrega la santa y por las flechas que atraviesan a san Sebastián. Es un Correggio, óleo sobre lienzo, de 105 x 102 y que figura hoy en el Museo del Louvre, en su inventario como INV 41, de 1525/1526 y sala 712.
Considera que ha desaparecido sin autorización y alerta sobre la pérdida de patrimonio artístico que viene sufriendo Salamanca desde hace algún tiempo. Denuncia el hecho ante el presidente la Comisión de Monumentos don José Luis Martín y éste da cuenta al Ministro de Instrucción Pública.
Al día siguiente y en una nota oficiosa da cumplida aclaración el obispado, que preside don Francisco Frutos Valiente. Manifiesta que el cuadro de referencia, por orden de quien podía darla, fue trasladado, para su mejor conservación, hace tres años a la Rectoral del Seminario Pontificio, donde se encuentra hoy, como puede comprobar quien lo desee.
El cuadro no es de Correggio sino copia hecha con alguna gracia, aunque ¡por desgracia! no con la que le atribuyeron sus buscadores alarmados. Se lamenta de que hubiera sido muy fácil preguntar al digno señor administrador del Cementerio o al respetable señor rector del Seminario o al mismo señor Obispo, cuya casa es de todos sus diocesanos y cuyo concepto de diafanidad entra como norma en los actos de su vida de relación y en su gobierno.
El periódico se disculpa y aduce que se ha limitado a recoger un informe que creía de algún interés.
En la misma fecha aparece ¡cómo no! una de las célebres «Quisicosas»: «¿Qué fue de ese cuadro / de famosa escuela / que marchó solito, / vuela que te vuela? / ¿Qué fue de ese cuadro, / pasmo de la gente, / que tomó soleta / naturalmente? / ¿Quién se lo ha llevado? / ¿Dónde está el amigo? / ¿No hay quien de su marcha / pueda ser testigo? / ¿O es que una pintura / de esas proporciones, / es como una caja / breve de bombones / que un señor cualquiera / la toma en su mano / y sin que lo noten / sale tan ufano? / ¿Dónde está el Correggio / que tan de estampía / camino adelante / saliera un buen día?
Que las bellas obras / de arte codiciadas / tengan esas fugas / tan desatinadas, / no hay quien lo comprenda, / con seso y cordura, / aún cuando se pinte / muy poco en pintura. / Aunque en este caso, / como el lienzo dicho / estaba a la vera / tristona de un nicho / y quizás el pobre, / ya un poco mochales, / ante tan copiosos / cantos funerales, / dejó más que aprisa / la mansión del justo … / Y ha dado una enorme / prueba de buen gusto. / Pues aunque Correggio / sea o no el autor, / en cualquiera parte / se hallará mejor».
«Escritas las «Quisicosas» / antes de hallarse el Correggio / - que por lo visto es muy malo - . / Me alegro de verle bueno».