Las cosas van mal
«El bienestar de los españoles depende mayormente hoy de dos cosas tan frágiles como la inmigración y el turismo»
La decadencia ha llegado a España (y a otros países) con el siglo XXI. Primero con Zapatero, luego con Rajoy y Sánchez. Con ellos España ha renunciado a ser una potencia industrial y tecnológica.
Según los que ocupan hoy el Gobierno, «la economía va como un cohete» pero, en palabras del analista Ignacio Varela , «será como un cohete polvoriento y sin rumbo conocido. Digo yo que alguien debe estar haciendo cosas raras con tanto dinero porque, mientras crece el PIB, el poder adquisitivo de los españolitos está al nivel de 2005, mantenemos el liderazgo europeo en desempleo, el riesgo de pobreza infantil aumenta por días, los servicios públicos y las infraestructuras se colapsan por pura dejadez, el reino de España sigue endeudado hasta las cejas, completaremos una legislatura entera sin presupuestos y, con un poco más de esfuerzo clientelar, pronto más de la mitad de la población vivirá del Estado».
El bienestar de los españoles depende mayormente hoy de dos cosas tan frágiles como la inmigración y el turismo. Necesitamos a los inmigrantes para que aumenten y rejuvenezcan un poco la población y realicen los trabajos que los españoles no quieren. Y necesitamos que vengan cada año cerca de cien millones de turistas para mantener a flote la economía y crear unos cuantos miles de empleos precarios. En cuanto decaiga la afluencia de inmigrantes y de turistas, el país se va a ir por el sumidero.
Sin embargo, crecen las voces según las cuales sufrimos un exceso de inmigrantes y de turistas, que estorban. Así que la moda, a derecha e izquierda, es denigrar a los inmigrantes y detestar a los turistas. Mientras, nuestros mejores profesionales jóvenes se buscan la vida fuera de España, lo que los convierte a su vez en inmigrantes.
El segmento con mayor renta per cápita en España es el de los mayores de 70 años, beneficiarios de un sistema de pensiones que absorbe más de la mitad de todo el gasto público. Además, en España existen ayudas de lo más diverso: chollos, descuentos y gratuidades, sin distinguir entre quienes realmente lo necesitan y quienes se pueden pagar esos beneficios.
Las provincias periféricas de España con mar están repletas de gente, las del interior como un desierto y, en el centro, Madrid. Un Madrid que atrae inversiones y que no funciona mal, por eso el nacionalismo catalán, con el aplauso del Gobierno y sin argumento alguno, no hace sino echar la culpa de sus propios desastres a los madrileños.