Sánchez contrarreloj
No son los amigos de la extrema izquierda quienes, negándose a ver la realidad, apoyan sin duda ninguna a Sánchez
No hace apenas una semana la vicepresidenta segunda del Gobierno, la gallega Yolanda Díaz, respondiendo a una crítica de la oposición soltó lo siguiente: «Queda ... Gobierno de corrupción para rato». El gran Jon Juaristi se volvió a vestir de bilbaíno y comentó lo siguiente: »En mi opinión, las dos vicepresidentas actuales del Gobierno están más sonadas que las maracas de Machín, pero no por ello hay que concederles el beneficio de la psicopatología cada vez que sueltan alguna siniestra gilipollez».
Yo creo que lo que pretendía mostrar la susodicha es que es preferible el Gobierno corrupto actual a la alternancia democrática de centro-derecha. Igual de tajante fue su apoyo a Hamas después de la masacre del 7 de octubre de 2023. «Del río al mar», proclamó sin matización alguna. Es decir, repitió sin vacilar el eslogan yihadista que preconiza el exterminio de los israelíes, porque ella lo asume sin escrúpulos. Y si, por ejemplo, otra pensionada comunista, Irene Montero, afirma que es necesario destruir el Estado de Israel, no hay que atribuir tal consigna a un calentón. No está haciendo otra cosa que enunciar el programa mínimo y explícito de la nueva Internacional antisemita en la que Podemos estaba ya integrado desde su misma fundación.
Pero no son los amigos de la extrema izquierda quienes, negándose a ver la realidad, apoyan sin duda ninguna a Sánchez. Sirva como ejemplo el del catedrático de la Universidad Carlos III Sánchez Cuenca, que escribe sus soflamas sanchistas en El País.
Sánchez Cuenca, desconsolado, urge la creación de un nuevo Frente Popular y concluye así: «Si Dimitrov saliera de su tumba, se quedaría espantado de que las cosas hayan llegado tan lejos. Urge una recomposición».
Dimitrov dirigió la Komintern y fue el estratega en 1933 de los Frentes Populares. La idea se la compraron en Francia y en España. En Francia lo paró la Segunda Guerra Mundial, pero en España fue un éxito rotundo: en los cinco meses previos a la Guerra Civil hubo cuatro asesinatos políticos diarios, miles de heridos en actos terroristas y cientos de actos de barbarie y sabotajes.
Andrés Trapiello lo comentaba así: «En fin, que ya vemos cómo la locura se está apoderando también de los sayones de PSánchez, empeñado este en abrir cuantas más guerras civiles mejor para distraernos de la corrupción de su Gobierno, de su partido y de su familia, fiado ya únicamente de su poder taumatúrgico y convertido físicamente él mismo en lo más parecido que hay hoy al brazo incorrupto de Santa Teresa».
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