La integración de los inmigrantes
¿Saltarse las obligaciones y los derechos que las constituciones democráticas defienden es una falta de integración?
El pasado 13 de agosto el analista Sergio del Molino publicó en El País una columna titulada «Nadie más español que yo» donde ponía en cuestión la exigencia de la integración social de los inmigrantes. Lo que sigue es una muestra:
«Los inmigrantes no se integran» y «los inmigrantes no acatan nuestras costumbres» son dos frases unívocas. Para quienes creen en ellas, son proposiciones tan evidentes como «el sol sale por el Este» o «la lluvia moja». Pero si empezamos a preguntar algo tan sencillo como qué significa la integración y qué costumbres son las que hay que acatar, se abren galimatías llenos de peros, no obstantes, sin embargos y reducciones al absurdo. Al final, quien sigue sosteniéndolas lo hace porque sí.»
Pondré un ejemplo de la falta de integración: el número de hijos de inmigrantes que llegan a la universidad es casi inexistente. ¿Eso es o no es integración social? Evidentemente no lo es, y la primera responsable es la familia, que ve con buenos ojos que los ingresos familiares se vean mejorados con los hijos trabajando nada más concluir los estudios obligatorios.
El segundo responsable es el Estado, que no se gasta el dinero en empujar a esos chicos de inmigrantes con buenas notas básicas hacia la universidad o hacia estudios superiores que -una vez terminados- les permitirían alcanzar sueldos más altos. Conseguir acabar con esta discriminación será bueno para ellos y para el país donde viven.
Otro ejemplo, algo más complicado, es el de los usos y costumbres de los extranjeros de religión musulmana respecto a las mujeres, desde sus vestidos hasta la dependencia que incluye obediencia debida de ellas respecto a los varones. A este propósito, Del Molino expone que «los europeos nos dimos unas constituciones en las que la libertad y la autodeterminación individual son valores supremos e inalienables por costumbres o coacciones algunas. Lo hicimos así para que ninguna autoridad moral nos dijera cómo vivir, amar, hablar, vestir o celebrar».
Dejaré la pregunta en el aire: ¿saltarse las obligaciones y los derechos que las constituciones democráticas definen y defienden es una falta de integración? Yo creo que sí, pero quizá Del Molino no piense lo mismo.
Concluimos entonces que hay culturas y religiones que no son democráticas. Y termino con otra pregunta: ¿es exigible a los creyentes y practicantes de esas religiones que se comporten con arreglo a lo que dictan nuestras leyes? Yo creo que sí.