La inmigración como debate podrido
Haas señala, con un gran despliegue de datos, que no emigran por lo general los más desesperados, sino los más pudientes
La editorial Península acaba de publicar en español el libro del profesor holandés Hein de Haas que lleva por título «Los mitos de la inmigración» y como subtítulo «Veintidós falsos mantras sobre el tema que más nos divide». En la crítica publicada por Rafael Núñez Florencio se lee:
«Consciente –¿cómo no? – de que pisa terreno minado y de que le lloverán críticas (y algo más) desde todos los ángulos, el profesor de Haas intenta pertrecharse de, al menos, salvoconductos para tan procelosa travesía: primero y más importante, declara su intención de mantenerse al margen de la controversia política».
La idea de neutralidad es buena («no plantear la inmigración como problema ni como solución a ningún problema»), pero esa posición de resistirse a meterse en el barro resulta inoperante, porque entre los veintidós mitos que el autor intenta combatir hay afirmaciones que escapan al concepto de mito. Por ejemplo: «La migración se encuentra en máximos históricos» tiene como correlato empírico que «la migración internacional se mantiene en cifras bajas y estables» (solo emigra el 3% de la población mundial. Es decir, esa estimación global es compatible con la existencia de una fortísima presión migratoria en determinadas zonas.
Más mitos: «La emigración es una huida desesperada de la miseria» o «No necesitamos trabajadores migrantes». Dejando aparte esta última, que se desmonta por sí sola, con respecto a las anteriores Haas señala, siempre con un despliegue aplastante de datos y cifras, que no emigran por lo general los más desesperados, sino los más pudientes y que las ayudas al desarrollo en los países pobres, lejos de cortar la emigración, la incentivan.
«Los inmigrantes son necesarios para resolver los problemas de unas sociedades envejecidas». No es así. La inmigración, argumenta Haas, siempre con datos bien explicados, «beneficia sobre todo a los ricos» (clases altas y medias) y por sí sola no puede resolver todos los problemas del envejecimiento.
El autor del libro demuestra con datos que sobre el mito de «las fronteras se están cerrando», en la práctica no es así pues las políticas liberalizadoras siguen siendo predominantes. O «Los conservadores son más duros con la inmigración». Tampoco: los datos no muestran brecha apreciable entre políticas de izquierda y derecha.
La verdad es que en la Unión Europea no vendría mal una discusión política en torno a lo que el autor denuncia en este libro.