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Un personaje chusquero de la actualidad española convocó esta semana a los medios de comunicación, y en mitad del acto irrumpió otro personaje -más turbio aún- para protagonizar una de las escenas más chocantes del año: insultos, persecución, huida y un empujón -bajo un castañeo de flashes- que a muchos nos generó una especie de viaje al pasado. A aquellos tiempos cuando los personajes más populares se encontraban en la calle, se retaban ante las cámaras con un 'te pego leche' o un 'montón de mierda' y acaban a piñazo limpio para delicia de los amantes de la vergüenza ajena.
Hasta donde me alcanza la memoria, el pionero en conseguir que se nos salieran los ojos de las órbitas frente al televisor fue José María Ruiz Mateos. El que fuera dueño de Rumasa ejerció de Aldama y se hizo el encontradizo con el exministro de Hacienda, Miguel Boyer, en mayo de 1989. El empresario le dijo de todo -farsante, impostor- con una voz inconfundible y que después fue imitada hasta la saciedad por todo tipo de humoristas. Pero sin duda, lo que le hizo inmortal, fue ese 'gesto de la cobra' con su brazo derecho: el codo arriba, el puño replegado por encima de la cabeza... y el zarpazo. «Que te pego, leche».
Unos 30 años después, un cocinero turco con bigote y gafas de sol se hizo viral imitando el popular gesto de Ruiz Mateos, pero en lugar de pegar puñetazos se dedicó a lanzarle sal gorda a la carne con aquella pose tan poco viril.
Lo de Aldama y Leire también evoca cierta esencia a la tangana entre José María Caneda y Jesús Gil, que en paz descansen ambos púgiles. Aquello también fue un bochornazo televisado. Los representantes de Compostela y Atlético de Madrid coincidieron en la entrada de la sede de la Liga de Fútbol Profesional y, no sé si alguna vez se supo el porqué, pero el caso es que empezaron a increparse, la situación se fue de control y, de repente, se oyó un golpe.
Entre medias andaba el gerente del Compos, José González Fidalgo, que quiso dárselas de pacificador -en la versión 2025 ese papel sería el de Pérez Dolset- y acabó encajando un tremendo puño de una mole como era Gil. Pero el bofetón fue lo de menos. Lo que quedó para el recuerdo fueron aquellos gritos -lemas, diría yo- como el '¡Quieto, presi!', '¡Montón de mierda!', '¡Calamidad, que eres un cobarde!' -todos ellos con marcado acento gallego-, así como el '¡¿Quieres que te pegue otra?', con acento gileño.
Podríamos seguir rescatando escenas histriónicas para establecer más paralelismos con lo vivido esta semana -como la de la salmantina Margarita Seisdedos apareciendo en los platós de televisión con un bolso cargado de ladrillos y agrediendo a contertulios-, pero echarnos unas risas a costa de lo que hemos vivido esta semana, pero lo que nos debería hacer reflexionar es que esto no va de fútbol, ni de programas de humor. Esto va del Gobierno de España. Nada menos.
Llevamos unos meses en los que el orden del día de la política española implica hablar de prostitutas, cloacas, fontaneros, 'mujeres de', 'hermanos de', filtraciones... Pensaba escribir que todo contribuye a erosionar la credibilidad de las instituciones democráticas, pero no tengo claro si aún queda algo de credibilidad. Y aunque hoy nos haga gracia el despropósito, mañana puede ser peligroso. Que no llegue nunca el día en el que nos sintamos como un venezolano después de una noche electoral: con la sensación de que nuestros mandatarios nos toman el pelo y el miedo a protestar por lo que puedan hacer.
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