Volverán las oscuras golondrinas
Cuando parecía que el verano nos traía un poco de descanso, entre tanto cieno acumulado por los constantes sobresaltos de la corrupción, la Justicia nos vuelve a recordar que hace algún tiempo hubo en España un mal ministro de Hacienda llamado Montoro. Sus deplorables modos eran «voz pópuli» y tampoco era muy difícil pensar que sus constantes ínfulas de grandeza acabarían por confundirle, hasta convertir el ministerio en un señorío. Montoro pretendía ser sibilino y nunca lo consiguió, porque el poder le cautivaba. Y así acabó amenazando, desde el púlpito de la Agencia Tributaria a todo el que le molestaba, ya fuera político, periodista o empresario. Y eso lo sabía Rajoy y se lo permitió. Ahora, un juez le ha imputado por, presuntamente, usar el ministerio de Hacienda para favorecer a empresas del sector del gas, que habían tenido o tenían relación con su despacho. Es decir, que el juez cree que el ex ministro usó el ministerio como un chiringuito. Algo parecido a lo que se intuía cuando lanzaba esas advertencias poco veladas a quien consideraba su enemigo.
Lo peor de la caída de Cristóbal Montoro es que se produce muy tarde. Estas investigaciones que se dilatan tanto en el tiempo, provocan que el efecto político que deberían tener, además del judicial, sea ya ínfimo. Ni está quien lo nombró, ni está el que presuntamente lo hizo. Siete años de instrucción, bajo secreto de sumario, son demasiados y nos recuerdan aquel aserto de Séneca que decía que «nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía».
Si el ex ministro fuera inocente sería una barbaridad estar tanto tiempo con la «espada de Damocles» de la investigación, primero, la imputación después y seguramente el banquillo al final. Y si fuera culpable, sus responsabilidades políticas ya no tienen ningún sentido, ni ningún efecto. Y sus pagos con la Justicia, de haberlos, tardarán todavía años en purgarse, porque se dilatarán entre papeles y recursos.
El caso Montoro se ha colado en medio del tsunami de corrupción que asola al gobierno de Sánchez. Y sus ministros han intentado estos días elevarlo a la máxima potencia para encontrar un mínimo respiro en el cansino «y tú más». Ha sido un espectáculo cómico ver a algunos miembros del gabinete indignados por lo del ex ministro de Rajoy, cuando ellos han estado compartiendo mesa con Ábalos, Cerdán y Koldo hasta ayer. A la vuelta del verano, seguramente se les acabará el respiro. Volverán los autos judiciales y seguramente la apertura del juicio oral, en algunos de los casos que afectan directamente al Palacio de la Moncloa. Y volverán los informes de la UCO, como «las oscuras golondrinas» de Gustavo Adolfo Bécquer. «Y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán». Y veremos si Cerdán habla y también quién o quiénes son los siguientes en caer.