Tráfico de indecencias
El último capítulo de este serial de corrupción que padecemos los ciudadanos a diario, guardaba un giro de guion inédito hasta ahora. Mira que hemos visto cosas en democracia, pero lo de un imputado por tráfico de influencias, corriendo a aforarse en el último minuto es tan zafio como revelador de su poco escrúpulo político y del de los jefes que se lo han ordenado.
Miguel Ángel Gallardo, el líder del PSOE de Extremadura, considera que el hecho de ser político le da derecho a ser juzgado por un tribunal de más nivel, que el resto de los ciudadanos que le pagan el sueldo. Vamos, toda una demostración de cómo es capaz de usar las influencias, cosa que precisamente, se está juzgando.
El susodicho sabía que el auto de la jueza Beatriz Biedma contra él y contra el hermanísimo de Sánchez, estaba al caer. Y por eso, obligó a una diputada de la Asamblea a dimitir y a cuatro suplementes a renunciar de la forma más rápida que han podido. Es decir, ha puesto el partido a su único servicio la tarde antes de hacerse público el auto que ponía, negro sobre blanco, sus presuntas andanzas y las del hermano del presidente del Gobierno.
Lo de Gallardo y su aforamiento exprés pasará a los anales de la historia como uno de los movimientos más indecentes que nos ha regalado la política moderna. Y seguramente él no sea el máximo culpable. La estrategia de Moncloa pasa por llevar el juicio de al Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, para luego intentar que allí se imponga la llamada «doctrina Botín». Esa interpretación que realizó la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, en diciembre de 2007, que venía a decir que no es posible continuar con un procedimiento si la Fiscalía retira su acusación.
Sánchez, el hermano presidente, piensa que allí tiene más posibilidades de que triunfe esta vía, para que la causa, contra el hermano músico perezoso, acabe archivada. Y Miguel Ángel Gallardo y el PSOE de Extremadura, son un instrumento más para conseguir ese fin. El problema es que en ese camino se han dejado olvidada la ética más elemental. Y eso ha ocurrido a la vista de todos. Así que su futuro político y el del partido en esa región, posiblemente se hayan esfumado por unos cuantos años.
No sé cómo acabará este proceso penal. Eso está en manos de los jueces, sean de un tribunal ordinario o de uno superior. No sé si habrá habido delito, pero sí ha existido tráfico de indecencias. Porque el hermano músico remolón, al menos debería haber tenido la vergüenza de ir a trabajar. Y el aforado Gallardo, al menos debería tener el pudor de disimular un poco y no hacernos ver de forma tan evidente, para qué quiere realmente un escaño.
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