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Opinión

De repente una puesta de sol

Sábado, 17 de agosto 2024, 05:30

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No sé si este rato de lectura le pilla en la ciudad, en el pueblo, en el campo, en la playa o en la montaña. Sí soy consciente de que nos lee en pleno puente de agosto y estas son fechas en las que las prisas son más relativas y las preocupaciones lo son también un poco menos. Por eso hoy he decidido no incordiarle, con los muchos esperpentos que nos suele dejar la actualidad, para detenerme en un fenómeno que cada día nos regala la naturaleza.

Le pido que si puede no deje de ver estos días una puesta de sol. Hay miles de sitios bucólicos en los que se puede observar y seguramente ya tenga en la cabeza algunos de ellos. Para mí, las más bellas se ven en el campo o en el mar. En mi caso este verano he podido disfrutarlas en las playas de Zahara de los Atunes y es un espectáculo inigualable.

La retirada del sol anaranjado en el horizonte es lenta. Como lo es el paso del tiempo en esta época del año en la que muchos podemos parar a mirarlo. El astro que nos da luz y vida va tiñendo poco a poco de tonos ocres el agua de manera irregular, como si fuera una pintura a trazos que la hace única e irrepetible. Al contacto con el agua el sol se va haciendo más grande. Va ensanchando su figura para reafirmar su condición de rey de las estrellas y para recordarnos que no mengua sino que solo se esconde hasta mañana.

El tiempo va pasando y la luz se va dorando, mientras el mar engulle la gran circunferencia hasta dejarla en la mitad. Ahí empieza el ocaso. La luz se va perdiendo mientras la gran bola de fuego se va ocultando poco a poco tras el horizonte, esa línea que separa el mar del cielo y que desde la tierra es lo más parecido al fin del mundo.

La puesta de sol nos marca el adiós del día y el principio de la noche. Es el fin del ciclo o el comienzo de otro. Es también el recordatorio de que el tiempo es finito. De que el universo avanza inexorablemente por mucho que el ser humano se empeñe en detenerse en lo superficial.

Se apaga la luz, para que la oscuridad nos permita ver las estrellas. La noche empieza pero también la cuenta atrás para otro amanecer. La vida sigue, más allá de quien se detenga a disfrutarla, a padecerla o a presenciar su paso. El paso del tiempo es igual para todos, por mucho que lo intentemos ralentizar cuando somos felices o acelerarlo cuando no lo somos. A mí en momentos como este me gustaría poder detenerlo.

Y por supuesto, la puesta de sol, es un espectáculo diario. Solo hay que salir a buscarla y saber disfrutar de su belleza. Merece la pena recrearse en su encanto y hacerlo con paz, con calma, saboreando su hechizo, a ser posible sin el teléfono móvil a mano.

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