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Seguramente los toros sigan existiendo durante siglos, por mucho que algunos de los taurinos de hoy se estén empeñando en acabar con ellos. Siempre he mantenido que los mayores enemigos de la Fiesta están dentro de su estructura y no fuera. Los antitaurinos sirven para movilizar y crear sentimiento de unidad, a cambio de una amenaza bastante frágil y desmadejada. Sin embargo, los de dentro, los que simplemente piensan en exprimir el negocio hasta que se agote, son los que están llenando muchas plazas de cemento.
Con lo de los «taurinos» me refiero a ese establishment de algunos grupos de empresas, toreros, ganaderos y apoderados que se ven con el poder suficiente, como para manosear el espectáculo hasta desfigurarlo. La receta siempre suele ser la misma. Carteles con poco atractivo plagados de imposiciones de los profesionales y el empresario, precios desorbitados para las familias medias, toros sin emoción y adaptados a los caprichos de los que mandan y reglas comerciales del siglo XX o anteriores. Y después, cuando el público no responde, el empresario se aprovecha del escaso interés provocado por él mismo, para regatear los emolumentos de los profesionales e intentar ganar por ese lado, el dinero que no ha generado por el otro.
Ahora, a todo este panorama, se une el posible final de las emisiones de One Toro, el canal de televisión online de referencia para los aficionados. El proyecto se ha topado con las ansias de seguir estrujando el negocio que tiene buena parte del sector. Muchos de ellos ven una cámara y se piensan que detrás llueve el dinero, sin saber que ese negocio, como todos, se ha tenido que adaptar a los nuevos tiempos y que hoy la televisión no es lo mismo que hace 30 años. Y así, a base de derechos de imagen, entre otras cosas, han hecho inviable el canal. Así que los toros se arriesgan a quedarse sin un medio de comunicación audiovisual, que los divulga en todo el mundo y esa es una baja muy importante.
Muchas de las ferias de toda la vida, ya muestran síntomas de decadencia desde hace años. La de Salamanca es una de ellas, pero también lo acabamos de ver en Logroño y antes en Bilbao, aunque en esta última hay otros motivos. Y sin embargo, la solución no es local, sino nacional. O el sector entero se sienta y se replantea el futuro o corre el peligro de agonizar en muchos sitios. Son necesarios menos egoísmos y más renuncias por parte de todos. Y aunque no lo hagan, seguramente no se acabarán cargando la Fiesta porque el rito ha sobrevivido a épocas peores. Pero sí pueden dejarlo herido para muchos años. Y eso es muy injusto para los que vienen detrás.
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