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El milagro de Morante, por San Juan de Sahagún

Sábado, 21 de junio 2025, 05:30

La última de Morante de la Puebla ha sido en Salamanca. Perdone que se lo recuerde una semana después, pero es que no me lo quito de la cabeza. Tuve la suerte de estar allí y también en sus obras maestras de Las Ventas y ahora necesito descansar de toros por un tiempo, para que las expectativas regresen desde lo sobrenatural, al terreno de lo racional.

La última de José Antonio Morante ha sido revitalizar los toros en la festividad de San Juan de Sahagún en Salamanca. Y eso a pesar de los precios y del caos en la entrada a la plaza. Afortunadamente su momento puede con todo y el de la Puebla, con la ayuda de Marco Pérez, casi llenó los tendidos primero e inundó de titulares y vídeos la prensa y las redes, para recordar que en Salamanca solía haber toros en junio. Sería bueno que las empresas, y eso que llaman «los taurinos», se sumaran al compromiso con la tauromaquia del genio de la Puebla. Ojalá que muchos de los que viven del toro, tuvieran la mitad de implicación con el futuro de la Fiesta.

La mayoría de los toreros son artífices momentáneos de un arte milenario que pelean por ser recordados. Y Morante es justo lo contrario. Por eso ya forma parte del olimpo de los mejores de la historia. Es un creador descomunal que trascenderá a los tiempos, mientras lucha por no perder sus propios recuerdos. Y eso le hace más grande. Y quizá ese sea el secreto de su crecimiento. Cada día se inventa una nueva obra de arte, por si la memoria le traiciona y la borra de su mente. No deja de ser paradójico, que el torero que se ha pasado todo el invierno recibiendo electroshocks, vaya sembrando las plazas de tardes para el recuerdo. No deja de ser increíble que la enfermedad desconecte su cuerpo de las emociones, mientras él las multiplica por miles en una plaza de toros.

Pero así es el genio y por San Juan de Sahagún obró el milagro. Igual que el santo frenó un toro en la calle Tentenecio, el de la Puebla, paró a un gran Garcigrande en los vuelos de su capote y en la panza de la muleta. El Santo lo hizo para proteger a la población. Y el torero para demostrar que se puede ir todavía más allá, explorando límites hasta ahora desconocidos de eso que llaman temple. Morante jugó con la percepción del tiempo y del espacio. Sin perder ningún paso, pasándoselo muy cerca, rematándolo todo en la cadera, jugando con las muñecas, rescatando suertes añejas, conjugando el valor con el duende, respetando las suertes, llenando la plaza de ilusión y de gente joven…. y así podría seguir hasta el próximo San Juan de Sahagún.

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