Secciones
Destacamos
Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
Opciones para compartir
Sánchez ha dicho esta semana que para Feijóo los debates son como el gimnasio en enero, «se apunta, pero luego no va». La ocurrencia tiene gracia, pero también camino de ida y vuelta, porque hace ahora cuatro años era él el que se había sacado el carnet del gimnasio. Una vez más, y ya van no sé cuántas, los partidos andan enzarzados en el recurrente debate sobre los debates. Demasiada estrategia sobre algo que debería estar blindado por ley y obligado por convicción democrática. Siempre hay alguien al que le interesa mucho menos y ahí es donde llegan las evasivas o las imposiciones, que no hacen más que revelar la falta de confianza que tienen los políticos en sí mismos, a veces con razón.
El debate casi nunca convence al ya convencido, pero es una herramienta valiosa para el indeciso. A los mítines solo van los forofos y los lemas de campaña, se olvidan al día siguiente de su presentación. La mayoría no se fija en los carteles y afortunadamente los coches con megafonía empiezan a extinguirse. Ver confrontar a los candidatos ayuda a conocer sus propuestas, si es que las hay. Y eso a pesar de que estos formatos acaban estando más condicionados, por el miedo a perder que por el afán de ganar. La tradición comenzó, en 1960, en Estados Unidos con el enfrentamiento televisado entre Nixon y Kennedy. Después llegó a Europa y se asentó en Francia, Alemania o Italia. Aquí en España tuvimos que esperar a 1993 para ver el primero. Se han cumplido ya 30 años de aquel primer cara a cara entre González y Aznar. Al entonces presidente le empujaron las encuestas a sentarse, ante el poco telegénico líder popular. Y su sobredosis de confianza y un susto previo en un viaje de avión, le hicieron perder aquel primer combate y casi las elecciones.
Debieron quedar muy escaldados los asesores y los jefes de campaña por la experiencia, porque tuvieron que pasar 15 años para que viéramos a Zapatero contra Rajoy, con aquel «buenas noches y buena suerte» de ZP y la niña de Rajoy, de la que nunca más supo. Pero afortunadamente para los electores, aquello sentó jurisprudencia política y mediática y los candidatos no tuvieron más remedio que seguir discutiendo ante las cámaras. En 2011 fueron Rajoy y Rubalcaba y en 2015 llegó aquel «es usted un Ruiz» de Rajoy a Sánchez y el primer debate a cuatro de la historia, que el presidente ganó desde Doñana, después de enviar a Soraya. Ahora parece que habrá uno a dos y/o otro más amplio. Ojalá no se rompa la tradición, aunque el verano pueda mermar su seguimiento. Es bueno ver confrontar a los candidatos y malo ver tanto cálculo partidista en torno a su celebración. El debate sobre el debate debería estar ya más que superado.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.