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Pedro Sánchez, o el marido de Begoña Gómez, como usted prefiera, ha terminado el curso político sentado ante un juez en el Palacio de la Moncloa y reventando la igualdad entre los españoles. Por si había alguna duda de que la estabilidad va a seguir siendo un imposible, el presidente se marcha de vacaciones dejando un horizonte torcido y muy poco halagüeño para el curso que viene.
La falta de explicaciones en el caso Gómez y los ataques al juez no son más que la demostración del nerviosismo con el que se vive en Moncloa, todo lo que vamos sabiendo de los presuntos tejemanejes de la primera dama. Esa misma sede, la de la presidencia del Gobierno, se ha podido usar para impulsar su carrera. Y para que no hubiera ninguna duda del interés de la «casa» por esos encuentros, allí estuvo presente el director de la oficina de asuntos económicos, Manuel de la Rocha, y también se dejó ver en varias ocasiones el marido de Begoña, según ha declarado ante el juez el empresario Juan Carlos Barrabés. No sé si todo esto debe tener alguna consecuencia jurídica. Eso lo determinará un juez. Pero, desde luego, sí debería tener consecuencias políticas porque escapa a la más mínima ética razonable del máximo responsable de un Gobierno.
En la misma semana de su no declaración Sánchez ha decidido contarnos lo que nos va a costar a los españoles la investidura de Illa. Y como la suya nos va a salir muy cara. El presidente le da la llave de la caja a los malversadores que han derrochado dinero público durante años y rompe la igualdad entre los territorios. Otra renuncia a los principios a cambio de poder.
Todo después de un año marcado por la parálisis. A la sucesión de elecciones se han sumado la inmovilidad legislativa y presupuestaria. Más allá de la amnistía de Puigdemont, el ejecutivo apenas ha logrado sacar adelante tres leyes y cinco decretos.
Pero si el curso acaba con un suspenso, lo peor es que el que viene lo hará con suspense. A la rebelión de las regiones, incluidas algunas socialistas, contra la nueva cesión al chantaje independentista se suma la constante amenaza de Puigdemont. Es lo que tiene pactar con gente de escasa reputación. De momento, ya le ha tumbado el primer intento de hacer unos nuevos presupuestos. Así que ahora mismo es imposible saber cuánto va a durar la legislatura. Como en las series, esto acaba con un «continuará….»
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