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Cada día que pasa vamos a peor. Diecisiete Españas son muchas Españas para poder ponerse de acuerdo en algo mínimamente razonable. Da igual del asunto que se trate. La vida política española se ha convertido en una trifulca de trileros y en un cachondeo legislativo. Cuesta aceptar esta realidad, aunque haya aún quien no se deje llevar por el derrotismo y se diga que 'con estos bueyes hay que arar' y decida personarse en los antros parlamentarios con la buena voluntad de querer mejorar el mundo. Manuel Muiños, por ejemplo.
La comparecencia de Muiños, el pasado 27 de mayo en la comisión mixta del Congreso de los Diputados para el estudio de los problemas de adicciones, bien merece esta columna GACETA, se lo aseguro. Y no solo es por lo que supone que el presidente nacional de Proyecto Hombre estuviera allí (gracias Pedro Samuel Martín), sino por ese tener que estar dando la matraca -erre que erre- ante tanto parásito parlamentario que no se sabe si tiene las entendederas en trabajar por el bien común o en alegrar el propio bolsillo. Duele ver a un hombre tan sencillote, afable, grandullón y generoso teniéndose que poner colorado por mendigar pasta para atender necesidades sociales o urgir leyes que pongan freno a problemas acuciantes que parecen imparables: la adicción al juego, el elevado consumo de alcohol en los jóvenes, la pornografía, las drogas... Como la comparecencia de Muiños está en la web, la he visto varias veces. Todo por ver qué caras se les quedaban a sus señorías cuando alguien les estaba dando pelos, señales y datos de un drama al que poco más se atiende que con 'CUATRO DUROS'. Esa fue la cifra exacta que dio uno de los rivales del Gobierno. Quizás porque lo que siempre importa es hacer como que uno se solidariza con la causa, pero sin perder la ocasión de arrear estopa al enemigo. Llegado el turno de palabra de este, un tal Rodríguez Villarino de siglas PSOE, se alivió con un repaso a las tesis doctorales sobre la historia de las adicciones que se remontó a la época de los romanos. Solo le faltó tumbarse en un triclinio para escupir hollejos de uva y echar balones fuera. Luego alguien regaló la oreja del cura con un «ustedes son imprescindibles».
Ay, Manolo, querido amigo y vecino de página GACETA, déjame dar un hondo por no romper a llorar. Ha sido de poco en poco que a esta España nuestra se le ha ido completamente la olla, aunque tú quieras seguir aguantando por poner a tanto necesitado plato. Todas sus señorías coincidieron en que se te notaba tristón. Lo estabas. Menos mal que por una vez estuvieron de acuerdo en algo. Se agradece. ¡Ánimo!
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