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Para pedir al ministro del Interior que se vaya, no hubieran hecho falta dos guardias civiles muertos. Bastaría con que Grande-Marlaska hubiera tenido un mínimo de vergüenza parlamentaria y que admitiera que sus formas de hacer, ni protegen a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, ni defienden la Constitución, ni los principios democráticos más elementales. Pero el juez ya se ha olvidado de que una vez fuera juez, y de lo único que hoy se congratula es de ser un comediante más en la farándula de Pedro Sánchez. Esa turbamulta en la que se ha convertido aquel PSOE que fuera socialismo de Estado, al que tanto se echa de menos, incluso entre los de la derecha. Aunque ya nos ha quedado claro cómo se echan las cuentas en el nuevo mercantilismo postelectoral para poder pegar el culo al sillón. Vengan de donde vengan, sumar votos es lo que importa, aunque haya que formar gobierno aliándose con chantajistas, pistoleros, ultras, poligoneros o insolentes… Vamos, lo peor de cada casa. Y así está pasando lo que pasa. Que los de a pie nos sentimos cada vez más pesimistas a la hora de ir a meter la papeleta en la urna, porque no sabemos en qué cesta van a terminar finalmente los huevos. Que los de a pie nos vemos perdidos con un presidente del Gobierno extremadamente ambicioso y en un país a la deriva, porque de otro modo no podría hablarse de tantos caos, chulería, y desprecio y desigualdad territoriales. Y de esto último, por cierto, Salamanca sabe lo suyo porque tiene las carnes a palos molidas.

La muerte de los dos guardias civiles asesinados por los narcotraficantes de Barbate, me ha devuelto a la memoria a los cientos de víctimas del terrorismo de ETA. Como nieta de guardia civil conocí muy de cerca aquellos tantos días de luto, impotencia y lágrimas. Los recuerdo como días terriblemente tristes, oscuros y silenciosos. La presión a la que estaba sometido el Instituto Armado era insoportable, pero, aun así, su compromiso para con la seguridad de España y los españoles no se quebró. Aunque, llegados a los tiempos de hoy, no se lo reconozcan Marlaska ni esa 'titiritesca sanchista', tan proclive a desandar el ayer para adornar sus discursos sólo con las historias que le interesan. Al decir de un buen amigo que vio a Marlaska cuando vino a Salamanca por septiembre del año pasado, este tenía el aspecto de «personajillo 'de bulto' en zarzuela de tercera». «Ni parece un ministro, ni me da pena. Fuera del cargo creo que se queda en muy poco, en casi nada», me comentó. Es una lástima que lo sucedido en Barbate no haya sido motivo suficiente para librarse del bulto.

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lagacetadesalamanca Marlaska, el bulto