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Piso el 2025 desde esta columna Gaceta con el entusiasmo y la escama del que entra en un año nuevo. Ignoro por qué siempre andamos debatiéndonos entre tales paradojas. Aunque quizás esta vez existan otras razones.

Pedí a un amigo, de esos que podría llamarse 'artistón' del apunte rápido, que me dibujara algo para dar la bienvenida al 2025, y cuando quise darme cuenta tenía ante mí una liebre de papel a la carrera. A la pobre parecían faltarle patas y sobrarle velocidad en las orejas. Tal como si tuviera ya la lengua húmeda del galgo goteándole la punta del rabo. Tal como si el matacán del majuelo del tío Saturio -aquillado el pecho y cortando el viento como un dalle- se hubiera escapado de una de aquellas «Viejas historias de Castilla la Vieja» que magistralmente narró el pucelano y Premio Cervantes, Miguel Delibes. ¡Pobrecilla!, pensé al ver la liebre sudorosa que me había regalado mi amigo, tan recién encamada en el nuevo año y tan aprisa buscando el perdedero. Ni tiempo dio a que el 'artistón' de apunte rápido le pasara un pincel de acuarela por el pelaje o le iluminara con gouache los ojos, tal como hubiera hecho Durero.

Ni tiempo, se lo aseguro. El lagomorfo azul tinta del papel, necesitó tan sólo husmear unas pocas ráfagas de aire del 25 y ya estar a todo correr. Ni al mismo matacán del genial Delibes hubiéramos podido imaginarlo con tan grandes resabios como los de mi liebre. Y eso que aún era día de holganza y tregua navideña. Y eso que era sábado y se sabía que de las perreras parlamentarias se habían ausentado los perros. Pero nada de esto quiso escuchar mi receloso animalito. Nada. Ya es mala suerte que alguien te regalé algo así para comenzar un segundo cuarto de siglo. Porque uno da en pensarse como esta liebre, escamón y todo el día cuesta arriba y cuesta abajo, zaragateando y haciendo quiebros por eso de salvar la mordida y... ¡ay, ay, ay! Que mañana, en cuanto se haya esfumado por Oriente la estela mágica de los Reyes, en los collados se asomará de nuevo la perfidia de los lobos. ¡Ay, ay! Se acabaron las vacaciones y el galguero Sánchez vuelve a abrir las perreras. ¡Ay, ay, ay!

¿Cuánto tiempo tardará en ponerse a derecho este horizonte patrio? ¡Ay, ay, ay! Mi amigo, el «artistón» de apunte rápido, ha palidecido el rostro y está a punto de romper a llorar. Nunca pensó que un simple bosquejo de liebre pudiera perturbar a alguien de esa manera. Menos mal que se pegó un sorbetón de lágrimas y aprisa escribió una nota que decía: ¡Es de noche y no hay estrellas en la Vega Llana! ¡Ya llegarán!

Olvídense queridos lectores de la liebre y feliz 2025.

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lagacetadesalamanca La liebre