Los infiernos han abierto sus puertas y agosto se ha convertido en un dantesco espectáculo de fuego y demonios que desgarra el alma. Porque no solo son esas llamas gigantes que se han alzado sobre campos y pueblos dejando las más tristes estampas de la desolación, sino, además, esos devastadores desencuentros entre políticos de todo signo que, una vez más, vuelven a hacer uso de la tragedia para regurgitar sus rabias incandescentes, por ver quien puede echar más leña a la pira funeraria del enemigo.
No estamos de ánimo para continuar asistiendo a esta suerte de incendios institucionales que comprometen seriamente nuestra convivencia. Bastante tenemos con este tórrido verano de sol negro que apenas nos permite respirar y conciliar el sueño. Los tractores del campo salmantino (y de muchas otras provincias) no han podido parar sus motores por estar atentos a los repiques de campanas y peticiones urgentes de ayuda, para ponerse inmediatamente en marcha y colaborar en la extinción del fuego y en todo cuanto se necesite. Y paralelamente a los tractores, las admirables y aguerridas cuadrillas de un mundo rural joven que no ha querido destetarse de su tierra y raíces, ni de sus principios y valores. A pesar de que las Administraciones le pongan tantos palos en las ruedas para tener un futuro digno. A pesar de saberse tan ninguneados por 'políticas de salón' que únicamente trabajan por la sostenibilidad del voto, sin saber siquiera cómo se agarran el pico y la pala.
Ya está bien, señorías, basta, que no estamos para pirotecnias de partido ni numeritos de tragafuegos de circo. Pónganse una soga en la lengua y déjense de una puñetera vez de lanzarse soflamas. Resulta bochornoso ese 'va-y-viene' de fuego cruzado entre ustedes mientras España arde de verdad. Las ayudas económicas a los damnificados exigirán mil y un papeles que cumplimentar y tardarán en llegar lo indecible. Eso si alguna vez llegan. A nadie se le escapa que esto siempre sucede. Sabemos que una vez más el asunto se perderá en la guerra de la escoba: eso de que, si ha de ser con la tuya o con la mía, mientras a la larga la casa se quedará sin barrer. Ya se ocuparán de limpiar las cenizas los vecinos y los mozos. Ya se les pasará el cabreo y el calentón. Ya llegarán las lluvias y las verduras. Ya volverán a sus pacíficas rutinas y soledades. ¡Ah, desalmados diablos! Regresad a vuestros infiernos privados y candad a buen seguro las puertas. Algún día esta España quemada reverdecerá con los mismos que fueron capaces de salir generosamente en su auxilio, sin preguntarse por el color político de lo que estaba en llamas.