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La Navidad en Salamanca ya se anuncia en el árbol de la Plaza Mayor. Durante el día es verde, muy verde, y sobrepasa los tejados para que la estrella parezca tocar esos cielos donde tantas veces echamos a volar los pensamientos y los sueños. Llegadas las últimas horas de la tarde, el árbol se pone a arder dentro de un relumbre dorado de miles de watios, que viene a llenar de magia y sorpresa los ojos de salmantinos y turistas. '¡Oooooh!!, se oye a coro en el cuadrilátero de la plaza. Y es que el árbol verde ha estallado de luz dentro de una de esas noches tan hechiceras y fascinantes con las que hoy las ciudades comunican a todos que está próximo el tiempo de Navidad.

Se agradece el haber cambiado la gran bola o el paquetito gigante con lazo por un árbol verde, aunque este no tenga ramas de verdad, ni rezume resina o huela a pino. En boca de la mayoría está eso de que 'queda mejor', de que 'es muy bonito', y, además, durante las horas del día se hace más cómodo a la vista que esos otros artilugios de estructura metálica utilizados en años anteriores. Desde hace unos pocos años para acá, la iluminación navideña ha sido una carrera de fondo delirante por ver qué ciudad ponía más luces o alzaba el esqueleto de árbol artificial más alto y puntiagudo. Eso, y adelantar el tiempo de Navidad incluso mucho antes de haberse siquiera abierto el tiempo de Adviento. Pero ya sabemos que el marketing social es el que manda y se hace difícil ir contra la inercia comercial y turística que demandan los tiempos nuevos.

Más allá de este debate, Salamanca ha abierto sus puertas de par en par a la Navidad con una puesta en escena y una programación cultural digna de los valores que representa. Además, como ciudad pequeña y fácil al paseo a pie, resulta muy placentero perderse por sus calles, patios, templos, palacios... en busca de luces, nacimientos o músicas que nos animen un poco y aparten del caos en el que vivimos. Y si esto nos lleva a pensarnos en los escenarios históricos de aquel campo de Belén donde se apareció el ángel a los pastores para comunicarles la buena nueva, quizás la Navidad que anuncia el árbol de la plaza se nos haga un tanto menos mercantilista y pagana. No todo está en dejarse seducir por los relumbrones febriles. Al fin y al cabo, ese árbol no es más que el simbolismo de aquel árbol del Edén colmado de manzanas ante el que Adán y Eva, nuestros más viejos ascendientes, sucumbieron a las tentaciones. No tardamos en imitarles. Ojalá que esos veintitrés metros de pino que se alzan en el ágora salmantina nos inviten a mejores conquistas. Ahí queda el reto.

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lagacetadesalamanca El árbol