Leo en el periódico la noticia de que las Hermanitas de los Pobres van a dejar Salamanca. No mañana, puede que no pasado, pero se van. Yo recuerdo con cariño los días en los que iba con mi madre a los toros y siempre, siempre, dejábamos el coche allí aparcado. Igual que tengo en la memoria ver a las Hermanitas llegar a casa a por su donativo y dejar a cambio un recibo hecho a mano. Si abríamos la puerta mis hermanas o yo (cuando aún tenía pelo y no barba) nos daban alguna estampita.
Son cosas que se van, que ya no vamos a tener, y algunas las echo de menos. Recuerdo ir a comprar de todo al quiosco de al lado de casa de mis padres, el de Heraclio, y se digo de todo es de todo. Libros, cuadernos, golosinas, periódicos, pan… Heraclio abría un cajón y ahí lo tenías.
Pero ya que he hablado de libros, reconozco que echo mucho de menos Cervantes. Recuerdo ir y quedarme impresionado con libros apilados por todos los lados. Pero ojo, que ellos sabían dónde estaba cada cosa. Me impresionaba cuando subían por esa escalera que daba miedo a esa planta de arriba y volvían de una pieza.
¿Y sabes? Mis primeros cotillones, las fiestas de Nochevieja con unos 17 años en las que te crees mayor porque te pones traje… las viví en el Gran Hotel. No lo pisé mucho más que esas noches, pero a mí ya no se me olvidará. Iba a ver pelis en el cine Bretón, o en los multicines Salamanca.
Chez Victor, el primer día que mis padres me llevaron yo pensé que ya era adulto. Todo era diferente, cosas que no había probado, sabores nuevos… Resulta que había vida más allá del filete con patatas (que me encanta eh) y gracias a Víctor yo empecé a descubrirla.
¿Y qué me dices de las hamburguesas de Ennio o de Cacho? Que sí, que ahora ya das una patada y te salen sitios de hamburguesas por todos lados, pero allí fue donde empezamos, ese era el inicio. Muchos días, que nos quedábamos solos mi padre y yo en verano, íbamos con mi tío Julio a comernos en Cacho un perrito especial. Me acuerdo.
Mi abuelo, si nos invitaba a comer, era en La Posada para tomar paella y un escalope. Y sí, han llegado otras cosas, muchas valen mucho la pena, pero estas otras son con las que yo me he criado, las que yo he visto, las que pensaba que siempre iban a estar ahí y de repente no.
La vida cambia, evoluciona, hay unos que salen y otros que entran, eso no es ni bueno, ni malo, simplemente es verdad. ¿Qué es lo que tú echas de menos?
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