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Recuerdo hace años en Madrid que mis primos intentaban explicar a mi abuela, sevillana de nacimiento, madrileña de adopción y española por los cuatro costados, lo que era Halloween.

¿Jalo qué? Decía ella. Halloween, insistían mis primos, pero nada, que no lo pillaba. Yo mismo, que vivía en Salamanca, tampoco entendía muy bien eso de disfrazarse de monstruo y salir a pedir caramelos. Vamos, que si cuando éramos niños nos da a mis hermanas y a mí por pedir dulces por la escalera de mi casa, lo más seguro es que nos hubieran mandado a paseo y mirado con cara rara. Bueno eso, o darnos con la puerta en las narices y llamar por teléfono a mis padres para protestar porque hacíamos gamberradas.

Halloween no era de aquí, no había llegado a Salamanca, no sabíamos de qué iba la cosa.

¿Y ahora? Pues depende de la edad que tengas. Porque yo ayer me di un susto de muerte, nunca mejor dicho. Verás: iba por la calle y vi un niño con la cara llena de sangre. Y claro, me fui hacia él y le pregunté si estaba bien, si le podía ayudar en algo… No sé, lo normal ¿no?

Pues resulta que era maquillaje porque iba disfrazado de accidente de coche. Tócate los pies.

¿Te acuerdas de las tradiciones del Día de Todos los Santos? Porque yo no ¿eh?. No sé de dónde viene este día, qué es lo que se hacía, qué es lo que marca la tradición en Salamanca para el día 1 de noviembre. Sé que se comen buñuelos, nada más.

Ojo que no lo digo orgulloso, todo lo contrario. Creo que hacemos mucho más caso a lo que nos viene de fuera que a lo que tenemos en casa, pero es que eso es muy salmantino y también muy español.

No entiendo eso de aplaudir todo lo de fuera, lo que nos viene de los Estados Unidos, de China o de Tombuctú. No lo entiendo, creo que no tiene sentido. Es igual de raro que celebrar la Navidad en bañador, como les pasa en el hemisferio sur. Fijo que si Papá Noel se hubiera creado en Chile, no llevaría renos y abrigo de piel. Vamos, que los señores que se disfracen de Papá Noel a más de 30 grados, deberían cobrar un plus de peligrosidad.

Cada cosa en su sitio, a cada uno lo suyo, lo que encaja, lo que tiene sentido. Pero tengo que confesarte, ahora que ya llevamos años hablando tú y yo, que este finde vienen mis sobrinos. Y les encanta el jaloqué ese así que sí, al final compraré una calabaza, pondré unos esqueletos y unos fantasmas, y les daré golosinas con caras de muertos.

Qué quieres que le haga, todo sea por los niños.

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lagacetadesalamanca ¿Jalo qué?