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No es mi propósito hacer una crónica deportiva, aunque no estaría mal apoyarse en el deporte como fuente de inspiración, viendo cómo se maneja el concepto de los valores en esta sociedad, que, si no los tiene perdidos, anda despistada en su uso y costumbres. Porque si uno analiza lo que algunos de ellos parecen significar hoy en día: unidad, bien común, generosidad, compromiso, capacidad de diálogo, diversidad,o mejor, aceptación de lo diferente, esto es, del pensar del otro… En mi humilde opinión, salimos francamente malparados. El alcalde Carbayo, haciendo valer su propia frase, «aquí mando yo», ha sacado apasear lo mejor de la política. Nada que sorprenda, conociendo el talante del regidor salmantino, si no fuera por la asunción de una responsabilidad que no es fácil ver en nuestra clase política. O yo he entendido mal su gesto, o ha asumido en primera persona enfrentarse a la corte, como hicieron en su día los Unionistas aragoneses frente al rey Pedro IV, apodado curiosamente el Ceremonioso. Los sublevados eran nobles y parlamentaristas cansados de la tiranía del rey que luchaban por un estado liberal y por la igualdad de oportunidades, tratando de recuperar con aquella revuelta de 1347 los principios unionistas que se habían conformado hacía algo más de medio siglo. Carbayo ha sido capaz de ligar instituciones de todo tipo: cámaras municipales de ciudades portuguesas, a sus alcaldes, a sindicatos, asociaciones, consejos de administración de los puertos afectados del Duero, cámaras de comercio, hasta al Partido Socialista de Salamanca, que veremos en qué posición queda. Con estos antecedentes, la concentración del día 21, nada menos que en la Plaza Mayor, podrá considerarse un éxito si se cumplen algunos requisitos que entiendo como imprescindibles: ha de ser un movimiento social, lanzado desde la política, pero no para hacer política, al menos partidista; tiene que ser duro, reivindicativo, lejos de soflamas reutilizadas cientos de veces en los últimos meses, porque nos asiste la razón y tenemos que poner encima de la mesa aquellos argumentos que nos hacen fuertes; nada de insultos, vaguedades o frases para el aplauso fácil de los propios (allí estaremos todos, los de un palo, los del otro y, seguramente, muchos que no quieren más palos que los que ya reciben día a día). Esperemos ganar en número y entusiasmo a los jóvenes universitarios de la gominola en su nochevieja anual anticipada. Si no ocurriera, los ciudadanos de esta tierra deberemos reflexionar sobre si no somos parte de ese sur de Europa, casi norte de África, como peyorativamente nos han inferido algunas veces desde el viejo continente. Si acudimos en masa y el discurso no demuestra la altura de las reivindicaciones, quienes nos han convocado deberán rendir cuentas más pronto que tarde.
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