La Policía

Nunca había visto así en directo a La Policía, con mayúsculas. Solemos cruzamos con sus agentes, mientras caminamos por la ciudad. Los vemos en sus coches patrullas que llaman 'zetas', en referencia a su actividad por zonas, si no me equivoco. Sin embargo, ese despliegue de mandos, actos, celebraciones y actividades de representación y demostración pública de sus capacidades ha sido un descubrimiento. Por supuesto, la política acompaña en este tipo de acontecimientos, de modo que muchas personalidades nacionales, regionales y locales estuvieron presentes en el acto central en la Plaza Mayor que presidió el ministro del interior Grande-Marlaska.

Pasaré por alto los pitidos y abucheos al ministro, porque tales comportamientos siempre despiertan en mí la doble sensación de que es lógico que los ciudadanos, en esas pocas ocasiones en que los tenemos presentes y cercanos, sintamos el deseo de expresarles nuestras quejas y desasosiegos; y, por otro lado, me resulta altamente complejo de entender que no seamos capaces de separar los actos institucionales de la propia necesidad de dar rienda suelta a nuestros sentimientos, por más justificados que estén.

Así que vayamos a lo importante, a las celebraciones, acontecimientos… que me hicieron reflexionar acerca de la labor que desempeñan los cuerpos de seguridad del Estado, que es tanto más oscura, en el sentido de invisible, cuanto más profunda es la actuación y, por lo tanto, su consiguiente éxito. En los últimos meses, aunque es algo continuado en tiempo, hemos sido testigos en la ciudad y en la provincia de varias intervenciones de enjundia en relación con el sigiloso y dañino mundo de la droga. Redadas de gran valor estratégico que van poniendo el asqueroso material y a los secuaces que lo mueven en el lugar que merecen. Por desgracia, no se llega del mismo modo a quienes lideran ese voluminoso negocio que mueve cantidades de cientos de miles de millones de euros, casi un tercio del PIB de España.

No se puede comparar una intervención en relación con otras, porque salvar la vida de un joven que trata de suicidarse, evitar violencia de género, acabar con bandas organizadas del Este que desvalijan viviendas y otras muchas, solo pueden provocar nuestro agradecimiento eterno. Sin embargo, para mí, la droga tiene un componente especial. Se utiliza desde las mafias para captar personal, por decirlo de alguna manera, siempre entre los más desfavorecidos. Con ello se multiplica la probabilidad de delinquir en casi un cuatro por ciento. Que la droga mata es simple de decir. Cómo, a quién y de qué manera destroza sociedades, hasta países enteros, es como para hacernos reflexionar sobre este mal que comenzó en el siglo pasado y que parece querer seguir, al menos, uno más. Otro hito que erradicar del mundo. Agotador.