Que te pilla el tren
No hay voluntad política para acometer unas inversiones que cambiarían la vida de la gente de muchos lugares de una España que está siendo abandonada
El ferrocarril apareció en la vida de las gentes de Inglaterra a finales del siglo XVIII. Sobre ese invento que algunos creían infernal se sustentó la Revolución Industrial. A lo largo del siglo XIX, Europa, Estados Unidos y América Latina se sumaron a la creación de redes de comunicación mediante railes que iban poco a poco cruzando esos países. Todo estaba por desarrollar. Muchos territorios por descubrir y otros tantos por explotar. No había empresas, ni industrias. La producción se circunscribía al ámbito más local, porque los transportes suponían un problema tanto por la imposibilidad de mover grandes cantidades de materiales como de desplazar alimentos a largas distancias. Fue el nuevo medio de transporte lo que permitió que las cosas cambiaran, que el mundo avanzara de una forma exponencial, por eso se llamó revolución a todo lo que aquel gran invento supuso.
El presidente del Gobierno de España tiene algunas cuestiones por resolver que se ve que le van a tener ocupado los próximos meses. De este modo va transcurriendo una legislatura que pasará a los anales de la historia por insulsa y sinsentido, más allá de las guerras partidarias y del hedor de una política cada vez más separada del sentir de la gente. Una desafección que o no se valora convenientemente o el cálculo que hacen los representantes públicos de la misma los puede llevar a sufrir un estrujón en próximos comicios seguramente a todos ellos. En fin, resulta que existe dentro de la Administración un comisionado para el Corredor Atlántico. Se llama José Antonio Sebastián y asegura que no merece la pena la inversión en la reconstrucción y ampliación de las redes ferroviarias que vuelvan a unir Salamanca y Plasencia, y que potencien la ruta de la plata, uniendo Gijón y Sevilla mediante un medio de transporte que genere oportunidades y una territorios.
Aunque Sebastián no haya entendido el ejemplo que supuso el siglo XIX, y dando por sentado que mientras esté al frente del ministerio del ramo el señor Puente -al que no paran de salírsele trenes de las vías, desaparecerle cobre de las líneas, rompérsele infraestructuras, acumulando cientos de miles de usuarios tirados desde que le hicieron ministro por las estaciones de toda España- , hay algo que no se puede negar y es el hecho de que, si no hay infraestructuras apropiadas no habrá personas que quieran ocupar territorios, no habrá empresas que puedan asentarse en ellos, desaparecerán poco a poco los mínimos servicios que quedan, empezando por los médicos, los bancos y hasta los transportes públicos. Aquí no vale aquello de qué fue primero, si la gallina o el huevo. En ese caso, no hay la mínima voluntad política para acometer unas inversiones que cambiarían la vida de la gente de muchos lugares de una España que está siendo abandonada por puro abandono. Una vergüenza.
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