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Habemus presidente, aunque no sepamos si eso es bueno o malo. Prefiero mantenerme a una distancia de las cosas, como fórmula para no estar sometido a la tiranía de los colores. Entiendo la indignación de muchos -otrora habría sido la mía-, si bien, me reconozco mayor y cansado por una guerra civil que pareciera continuar viva desde el 36. Cuando no son las derechas e izquierdas, son las extremas de un lado y del otro. Y entre tanto, la ley de memoria histérica, las pensiones, las guerras de otros que terminan por ser nuestras, la locura interna de los partidos, de todos… Lo dicho, pura histeria. Imposible avanzar. No entiendo cómo podemos estar teniendo buenos indicadores económicos.
Escuché ayer unas declaraciones de Isabel Díaz Ayuso apelando a la concordia y a sumar, o mejor, para no equivocar con el nombre de la formación política, para arrimar el hombro. Me resultaron un soplo de aire limpio y fresco. Ojalá no se las lleve el viento, porque toda esa sobrepresión que lo políticos generan se refleja en la vida de los ciudadanos. Ese es para mí el gran problema: que ellos y ellas, enzarzados en sus juegos de tronos, no visualizan el monstruo social que se está generando. Y una vuelta más, y otra vuelta, y una siguiente. ¿Hasta dónde? ¿Hasta que alguien pierda la cabeza y cometa una locura que conlleve un hecho grave e irreparable?
La semana pasada tocó impartir clases en la Universidad de Salamanca. Por fortuna, la sensación que me quedó es que los jóvenes sí parecen entender que la vida consiste en establecer relaciones de valor, fructíferas y duraderas. Que escuchar es la base de toda conexión con los demás y que la diversidad es un valor en sí mismo y no una suerte de arma arrojadiza entre seguidores de posiciones distintas. Es más, había alumnos de diferentes nacionalidades y nada hacía pensar que tal hecho fuera un problema.
No sé cuántas cosas abordará de las promesas incumplidas, de las obligaciones anuladas o de los dineros comprometidos, el de nuevo presidente Sánchez, pero es urgente que se acometa la petición de todas y cada una de ellas. Desde luego, en relación con la salud mental, que fue algo que el candidato aseguró que abordaría sin duda desde la tribuna del Congreso de los Diputados, esperemos que tome nota de las conclusiones del XXVI Congreso Nacional de Psiquiatría que se va a celebrar esta semana por primera vez en nuestra ciudad.
Los datos de enfermedades mentales, de absentismo laboral y de suicidios, con especial afectación entre los más jóvenes, desprovistos de la madurez para entender un entorno y un contexto complicadísimos, sin un futuro ni tan siquiera halagüeño, hacen más necesario que nunca que la salud mental esté presente en el ámbito de la sanidad pública. Todo lo que no sea eso, además de otro incumplimiento más, será una auténtica locura.
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