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DESDE MI BARRIO

Gracias, profesor

Lo que hizo Rivero, como buen profesor, fue dar una lección magistral que he querido dejar por escrito

Lunes, 11 de marzo 2024, 05:30

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La noticia de semana que iba a ocupar buena parte de las páginas del periódico, y horas de radio y televisión, era el 8M. Y no es tanto que eso cambiara en exceso como que la dimisión del rector de la Universidad de Salamanca dio un giro informativo inesperado y produjo una fuerte convulsión en la comunidad universitaria y en la propia ciudad, desde luego en las instituciones. Escuché las explicaciones de Ricardo Rivero y eso me impulsó a este breve análisis y a su consecuente reflexión, después de haber preparado, para mí, para jefes y clientes, unos cuantos cientos de intervenciones públicas.

Dejando al margen el entorno, donde la Universidad parece querer seguir siendo antañona, la intervención del rector tuvo varias cuestiones dignas de ser revisadas y destacadas. La primera fue que sabía con exactitud los años y meses que había permanecido en el cargo, lo que me hizo dudar si era porque había disfrutado cada uno de ellos con alta carga de pasión y energía o si lo hacía como un preso, contando las horas para salir en libertad. No tengo la respuesta, porque no conozco a la persona, aunque hayamos coincidido en algún acto institucional. Lo siguiente y más importante fue la retahíla de frases que no tienen desperdicio en mi opinión: aseguró que no estaba de acuerdo con los cambios que preconizan un nuevo modelo de funcionamiento universitario; que había que dejar trabajar al nuevo consejo de gobierno, con su nuevo claustro; que quien salga elegido ha de tener un respaldo total, para poder acometer todos esos cambios, también los estatutarios, y el nuevo plan estratégico; que tiene que haber un nuevo proyecto que los sustente; que un periodo transitorio ha de ser muy breve; y terminó pidiendo disculpas por los errores cometidos, por si había ofendido a cualquier persona o lesionado intereses de terceros, en el desempeño de su cargo. El remate final fue aseverar que es bueno que cambien las caras y que lleguen aires nuevos, porque perpetuarse en los cargos impide que se produzcan nuevas oportunidades.

Habrá quien piense que no he hecho otra cosa que transcribir una conferencia de prensa. No era la intención. Creo que lo que hizo Ricardo Rivero el otro día, como buen profesor, fue dar una lección magistral que he querido dejar por escrito como si esta columna pudiera convertirse en un minilibro de estilo, aunque estemos en la era audiovisual. Una guía que tendría que estar ya impresa a fuego en cada despacho de las administraciones públicas y de los cargos políticos, donde la endogamia es una de las enfermedades más serias, acompañada del arraigamiento mal entendido, de la falta de dignidad personal y del total desapego al cargo, pero solo en la parte en que fue creado para servir a los demás y no para servirse de él en beneficio propio. Gracias, profesor.

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