El fútbol es así
El fútbol es un antiejemplo, en relación con cuanto se pueda considerar como buena educación
Se pone en boca de Pitágoras la frase: «Educad a los niños, y no será necesario castigar a los hombres». La referencia viene a cuento por el gesto, puede que pueril, de un aficionado en un partido en el Reina Sofía en estos días, que podría entrelazarse con otro, este haciendo el mono, en Sevilla, o con tantos y tantos que se producen en los campos, en especial de fútbol, prácticamente todos los fines de semana. Se da la curiosidad de que he coincidido esta semana por motivos de trabajo con un árbitro de categoría nacional. Charlando, coincidíamos en que el fútbol es un antiejemplo, en relación con cuanto se pueda considerar como buena educación.
Ni que decir tiene que el árbitro es el más insultado con una diferencia abismal con respecto al resto de protagonistas en un terreno de juego, aunque lo peor es que hemos naturalizado que una persona de cualquier condición tiene el derecho a acercarse a un campo de fútbol y, por el precio de una entrada, insultar a los árbitros, por supuesto, pero también a los entrenadores propios y rivales, así como a los futbolistas de manera aleatoria, en función del momento o del resultado del partido.
Me parece increíble que el deporte más seguido en España, con las horas de televisión que consume, con los millones invertidos, con la mejora en la formación de sus técnicos, monitores o entrenadores y con las campañas que llevan a cabo las federaciones, desde luego la de Castilla y León, siga otorgando a estos hechos de toda gravedad la categoría de mal endémico. Debería llegarse a un acuerdo entre las autoridades deportivas y las legislativas, para fijar sanciones acordes a la barbaridad que suponen, por más que se diga aquello de que «el fútbol es así». Me niego a aceptarlo.
Ya es triste que, cuando mi hijo llegó a la edad de competir, con mi trayectoria profesional, viviera con angustia que me dijera que quería jugar al fútbol. Prácticamente, no he ido como aficionado a un estadio. Aun así, en las pocas ocasiones en que lo he hecho, siempre he tenido malas experiencias y peores sensaciones. Ítem más. La última vez que estuve en un entrenamiento de un equipo de fútbol era de categoría cadete. Repito que era un entrenamiento, ni siquiera un partido, aunque eso no mejoraría la historia ni el comportamiento. Pues bien, el padre de uno de chavales comenzó a insultar al entrenador —aclaro que al entrenador de su propio equipo—, gritándole a su hijo que no le hiciera ningún caso. Por supuesto, su lenguaje resulta irreproducible en estas líneas, pero su estado de ánimo seguramente se entienda, si digo que se comportaba como un auténtico energúmeno.
Total, que celebro toda frase, sea célebre o no, que tenga un mensaje en favor de la educación, y toda acción que vaya encaminada a acabar con una costumbre que, simplemente, no puede ser. Sin paliativos.