Ejemplo y ejemplos
Manuel Esteban era un profesional querido y respetado. Un ejemplo. Descansa en paz, compañero
Me sería imposible comenzar a escribir de cualquier asunto sin hacer referencia a Manuel Esteban. Yo sé que el común de los mortales seguidor del periodismo deportivo lo conocerá como Manolete, pero ese fue más el personaje que el periodista que lo sostenía. Manuel Esteban era un profesional de raza. En contra de la corriente general que llama al periodismo «la canalla», él sabía jugar en esos terrenos reservados a los mejores. Recuerdo con cariño como, siendo jefe de prensa de la Real Federación Española de Fútbol, en un momento de enorme tensión con el Grupo Prisa por razones pasadas que como el agua ya no mueven molinos, Manuel Esteban me llamaba casi a diario para informarse de cualquier asunto. Con señorío, con buenas palabras, anteponiendo la persona a todo lo demás y, siempre, siendo periodista. Manuel Esteban hacía cientos de llamadas cada día. Todo el mundo le atendía. Perseguía la noticia y a sus protagonistas hasta la última gota de sudor, sin dejar nunca un resquicio por escrutar. Más allá del personaje radiofónico, Manuel Esteban era un profesional querido y respetado. Un ejemplo. Descansa en paz, compañero, que ganado te lo tienes.
La profesión periodística no suele recibir parabienes de la sociedad a la que sirve, aunque su labor sea encomiable. Por algo será que el genocida Netanyahu no permite el paso de informadores internacionales a la franja de Gaza. Un caso insólito en los conflictos armados. Lejos de esos horrores, a cada uno nos alarman unas cosas más que otras. Incluso, aquellas que parecen carecer de importancia para la mayoría. Hace unos días, se han dado a conocer estadísticas sobre el consumo de alcohol, haciendo hincapié en las borracheras. En Castilla y León duplicamos la media nacional. No me parece un ranking del que sentirnos orgullosos. Si el dato fuera sobre cualquier otro aspecto que hiciera más pupa a la conveniencia política, estaríamos en estado de embriaguez informativa con todos los partidos saliendo a dar su opinión y su receta. Sin embargo, que el 84% de nuestros jóvenes de 16 años reconozcan haber injerido alcohol, de los cuales el 63% lo hace con asiduidad, nos parece hasta gracioso, por lo que se ve. Y que Salamanca sea la ciudad de las borracheras, pues se resuelve con «es que, entre la cantidad de estudiantes que vienen cada año y las despedidas de solteros…».
El alcohol es una droga dura que mata. Un problema para la salud pública y para los centros de atención permanente que los fines de semana sufren cientos de intervenciones a cuenta su uso indebido, si es que hay alguno debido. Somos un país de fiesta y de fiestas, de relaciones en torno a la mesa. Eso no debería convertirnos en un país de borrachos. Por salud y por imagen. Que bien que nos quejábamos de los que venían de fuera a orinar en la primera tapia libre en medio de la noche.