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Divino tesoro

Las nuevas generaciones son el reflejo de la sociedad que hemos construido

Lunes, 13 de enero 2025, 05:30

En el mundo de la comunicación, crear una estructura es algo natural. Sin embargo, en la mayoría de los casos, me encuentro con que no sucede. En realidad, es la única manera de conseguir que los mensajes lleguen a su destino con la mayor puntería posible, por decirlo de alguna manera. Esto es, que se acerquen mucho al objetivo fijado, porque toda comunicación lo tiene. En ese sentido, diferentes sectores empresariales andan lanzando su frustración a los medios, reclamando la atención de las instituciones sobre el problema cada día más agravado de la empleabilidad. Dirigentes y portavoces sectoriales no paran de emitir un SOS: no encuentran personal cualificado. Es más, tampoco sin la cualificación necesaria o suficiente. La hostelería, cuyo peso en la economía salmantina es soberbio, fue el primero, según la pandemia de la covid fue permitiendo la vuelta a lo que se dio en llamar nueva normalidad. Después, la construcción, que comenzó antes con el mantra, pero que al venir de las crisis empalmadas de 2008 y 2011 pareciera que ha asumido con naturalidad impropia la falta de profesionales, adecuando su producción a los recursos humanos con que cuenta. Siguió el transporte. Hace unos meses, un portavoz calculaba en varios miles de conductores el déficit laboral actual. Ahora son los talleres de mecánica quienes vienen a sumarse a la demanda. Mientras, el paro sube, aunque no sean datos exagerados.

Los empresarios lidian cada día con la búsqueda de personal para poder seguir produciendo, generando economía y empleo. Diría que todos, sin excepción, ponen el acento en la enorme dificultad que supone contratar profesionales. Ya los admiten, en muchos casos, con una mínima cualificación o experiencia, dado su grado de desesperación. El resultado es dramático: retraso o renuncia a obras o trabajos; negocios que cierran después de años, algunos más de cien, mantenidos por varias generaciones de una misma familia; pueblos o comarcas que quedan desiertas…

Culpar a los jóvenes me parece simplificar mucho una situación que es enrevesada en sí misma, porque está imbricada con muchas cuestiones de tipo estructural. No tiene que ver solo con un ministerio, y menos aún con ganar alguna hora al descanso semanal. Las nuevas generaciones son el reflejo de la sociedad que hemos construido. Por lo tanto, está claro que no han podido tener mucha intervención en ello. Si acaso, serán las víctimas, aunque su forma de actuar ante determinadas situaciones no sea o nos parezca la más adecuada. El futuro del mundo está en sus manos, como no es lógico. Así que habrán de hacerse responsables. Estarán en su derecho de mantenerlo, crear otro nuevo modelo o cambiarlo, como hicimos nosotros. De momento, la responsabilidad es de quienes ocupamos un rango superior: es mucho más fácil culpar a los demás que asumir el trabajo de mejorar las cosas.

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