Cinexin
Me sigue pareciendo infame ese montaje de cine de barrio que suponen esos actos cerrados a sus propios simpatizantes
Las campañas electorales son un hecho que deberíamos estudiar en profundidad. No olvidemos que los partidos políticos se financian con dinero público. Daremos por bueno que todos esos mítines y actos «públicos» que organizan generan ingresos a ciertas empresas, y eso ayuda a mantener algunos puestos de trabajo. De todos modos, me sigue pareciendo infame ese montaje de cine de barrio que suponen esos actos más que privados, cerrados a sus propios simpatizantes y acólitos, para con ello evitar la crítica o algún grito en contra, que de producirse es acallado por la seguridad como mandan los cánones. Un show televisivo en toda regla. El modelo necesita de una revisión seria. Claro que, ¿quién decide que eso sea o no así? Estamos en un bucle que me recuerda al Cinexin del que no podremos salir, mientras los ciudadanos de este país no despertemos del letargo sureño en que vivimos.
Aquel juguete de los años setenta del siglo pasado, el Cinexin, permitía reproducir una película hacia adelante y hacia atrás, de principio a fin de manera continua y continuada. Fue un éxito rotundo que se ve ahora rememorado en la política, donde las campañas se han convertido en un proceso sinfín que va de ciclo electoral en ciclo electoral, enlazado con cientos de estaciones -más actos- que se prodigan a lo largo de los años que dura cada legislatura, que, por si fuera poco, el presidente o alcalde de turno decide cuánto dura o cuándo se termina. Solo espero que quienes resulten ganadores se pongan manos a la obra.
Salamanca, que sigue siendo un remanso de paz, tras los resultados del 28M, no para, sin embargo, de vivir protestas de distintos colectivos en sus calles. Los empleados de la justicia, que han dejado más de siete mil casos sin actuación judicial que ahora habrán de resolverse de la mejor manera posible. Confiemos en la capacidad de sus responsables que van a tener unos meses de locos, para poner al día el retraso provocado. Los ganaderos, que el sábado quisieron volver a llamar nuestra atención, regalándonos hamburguesas de una carne que a ellos ya no les da de comer. Y el campo, ¿cómo está el campo salmantino? ¿Qué piensan, sienten y viven nuestros agricultores en medio de crisis sin remontar, añadidas, de años y años, de pandemia en proceso de recuperación sin reparación, de precios en alza continua por una guerra que no tiene visos de acabar ni a medio plazo…?
El sector primario resulta de extrema necesidad, ya no solo para la economía local o regional, sino para la vida de las personas, de los ciudadanos en general. En estos días, y en diferentes lugares de la provincia, hemos escuchado palabras triunfantes de quienes parece, según todas las encuestas, van a gobernar desde la Moncloa en el siguiente ciclo. Ya no se podrá entonces apelar al sanchismo. Tocará reparar las tropelías. Veremos.