Perro no come perro
Algo de instinto de supervivencia debe haber en la conducta de los poderosos que se empeñan en permanecer de brazos cruzados
Aunque la expresión latina «perro no come perro» (canis caninam non est) suele atribuirse a Varrón, el propio polígrafo romano la reconoció como un dicho que se pierde en la noche de los tiempos. Cuatro siglos antes, en la Grecia clásica, Esquilo ya tachaba de impura al ave que comiera carne de ave. Horacio habló de leones y de lobos en el mismo sentido; Séneca, de las fieras en general. Hasta el misterioso Juvenal destacó que las serpientes, los jabalíes o los tigres no probaran bocado de sus semejantes.
Hace dos semanas, concluí mi columna refiriéndome a este particular comportamiento animal, usándolo como metáfora de la corrupción política en España. De poco servirá adoptar medidas puntuales, por efectistas que sean o brillantes que parezcan, para hacer frente a un problema que ha demostrado formar parte de las estructuras de poder a todos los niveles. En nuestro país no pagas unos eurillos para que te pongan un sello, ni a nadie se le ocurre sobornar a un agente de tráfico para librarse de una multa. Ajena a las siglas, la zafiedad se instala en las alturas, adoptando formas y maneras que aparentan permanecer invariadas. Por eso la alternancia no logra erradicarla. La gente abomina cada vez más de la política, pero el auténtico rechazo incide sobre los políticos, cuya actitud facilita el progresivo avance de las opciones más radicales.
Hace dos semanas también lancé unas cuantas preguntas al aire. Reincido, aunque sepa que podrían plantearse mil más. ¿Por qué en España un kilómetro de autovía cuesta el doble que en Alemania? ¿Por qué hacemos oídos sordos a las advertencias de los organismos internacionales a cuya evaluación nos sometemos? ¿Por qué las agencias autonómicas anticorrupción no son realmente independientes? ¿Por qué se desmantelan las que funcionan, so pretexto de que son chiringuitos? ¿Por qué el Gobierno no ha aprobado la estrategia contra la corrupción que exige la Ley 2/2023? Resumiendo, ¿por qué en España la lucha contra la corrupción no es una política de Estado, como también deberían serlo la sanidad o la educación?
Actualmente, la ciencia no cree que el hecho de no merendarse a los semejantes se deba a la nobleza de ciertos animales, sino a su instinto natural: comer carroña, especialmente si es de su misma especie, dispara la probabilidad de contraer patógenos peligrosos. Algo de instinto de supervivencia debe haber en la conducta de los poderosos que se empeñan en permanecer de brazos cruzados ante la corrupción.
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