Pucherazo, fraude y sinvergüenzas
Aquel esperpento, sainete o como se quiera llamar explica mejor que nada lo que está sucediendo en el Gobierno socialsanchista
Primero los hechos, que son sagrados. La escena, que iba a calificar de berlanguiana, aunque retiro el calificativo por respeto al gran cineasta, y que muchos parecen haber olvidado, sucedió en la sala Ramón Rubial de la sede socialista de la calle Ferraz de Madrid. Fue durante una reunión muy tensa del Comité Federal del PSOE, que tuvo lugar en octubre en 2016. Por hacerlo breve, en un momento dado y ante la situación de bloqueo, una parte de los correligionarios socialistas sorprendieron a Pedro Sánchez y a un nutrido grupo de partidarios metiendo votos en una urna sin control, situada detrás de un cartel; tampoco había censo. Allí llegaba uno y votaba para decidir si se convocaba un congreso extraordinario, o no. Claro, se armaron la marimorena y la de San Quintín juntas. Justo ahí comenzaron los gritos de «pucherazo», «fraude» y «sinvergüenzas», procedentes del resto de socialistas, a los que no gustó esta actitud del marido de Begoña y de los suyos, que ya apuntaban maneras. He recordado este esperpento, sainete o como se quiera llamar en varias ocasiones, porque creo que explica mejor que nada lo que está sucediendo hoy en el Gobierno socialsanchista, en el sanchismo y en todas sus terminales.
Esos son los hechos, que se pueden comprobar en las informaciones de aquellos días y en los vídeos que emitieron las cadenas de televisión. Ahora vienen las opiniones, que son libres y cada uno tendrá la suya, partiendo siempre de que lo sucedido es sagrado. Si unos cuantos, ente este caso Sánchez y sus partidarios, pretendieron engañar a los suyos, ¿qué no harán con los demás? Pues bien, ese personaje llegó al poder un año y medio después, en 2018, habiendo recuperado previamente la secretaria general del PSOE. Vistas y recordadas aquellas escenas, no nos podemos extrañar de las que hemos contemplado en las últimas horas y que son un episodio más de la serie esperpéntica iniciada hace más de un año, cuando estalló el caso Koldo, convertido luego en Ábalos (por cierto, dos de los que viajaron en el coche con Pedro Sánchez en su viaje para recuperar la secretaria general del PSOE) hasta lo de Leire Díez, por no hacer la lista interminable.
Bueno, pues a pesar de todo, todavía hay socialistas que siguen diciendo que el marido de Begoña sufre una campaña de acoso y derribo por las andanzas, por ejemplo, de su mujer y de su hermano. Uno de esos socialistas, y amigo, me sorprendió utilizando ese argumento a comienzos de esta semana. Yo respondí con lo de «pucherazo, fraude y sinvergüenzas» y amenazó con dejar de hablarme. En ese momento cogí el teléfono, busqué los vídeos y respondí: «Pero si no lo digo yo, lo dijisteis vosotros en una reunión del Comité Federal, que terminó como el rosario de la aurora». Pues bien, a pesar de eso, siguió con lo de la maniobra de acoso y derribo, a la que todavía se agarran casi tres de cada diez ciudadanos con derecho al voto. Y ahí es donde está el problema.
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