Fray Juan Gil
Es uno de esos personajes nacidos en nuestra tierra que merecen un sitio mucho más destacado en la historia
Me van a permitir que hoy cambie de tercio, ahora que estamos en plena feria taurina de Salamanca, y deje a un lado que faltan once días para que el Gobierno presidido por el marido de Begoña cumpla con la obligación, establecida en la Constitución, de presentar en las Cortes el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado. O que aparque también otros asuntos de actualidad, como la crisis en Gaza, para quedarme un poco más cerca, en Argel. Allí tuvo lugar un hecho importante hace hoy la friolera de 445 años con tres protagonistas principales: el cautivo Cervantes, su propietario Hasán Bajá y su libertador, de nombre Fray Juan Gil. Tiene dedicada una plaza en Arévalo, la capital de la Moraña abulense y villa muy vinculada a Salamanca, donde nació, vivió, siempre que sus correrías se lo permitieron, y murió; también hay una estatua erigida a su memoria y hasta un hotel que toma el nombre de este trinitario, cuya vida, obra y milagros podrían dar para una película o una serie histórica. En Madrid también se honra a este personaje con una calle. Bien se podría decir que El Quijote se pudo escribir gracias a su intervención. No es la primera vez que escribo de él en estas páginas para reivindicar su figura y espero que tampoco sea la última. Es uno de esos personajes nacidos en nuestra tierra que merecen un sitio mucho más destacado en la historia.
Animo a los lectores a que se sumerjan en su vida, figura clave de los trinitarios en aquella época y a que descubran por sí mismos cómo fue la liberación de Cervantes cuando iba a ser llevado a Constantinopla. Tan solo un breve apunte: «En la ciudad de Argel, a diez y nueve del mes de septiembre, en presencia de mí, el dicho notario, el M.R.P. Fr. Juan Gil redentor susodicho, rescató a Miguel de Cervantes, natural de Alcalá de Henares, de edad de treinta y un años, hijo de Rodrigo de Cervantes y de doña Leonor de Cortinas, vecinos de la Villa de Madrid, mediano de cuerpo, bien barbado, estropeado del brazo y mano izquierda, cautivo en la galera Sol, yendo de Nápoles a España, donde estuvo mucho tiempo al servicio de S.M. Perdióse a 26 de septiembre del año 1575. Estaba en poder de Azán Bajá, rey; y costó su rescate quinientos escudos de oro en oro. No le quería dar su patrón si no le daban escudos de oro, en oro de España, porque si no, le llevaba a Constantinopla». Lo firma Pedro de Rivera, notario apostólico.
Cervantes, por su parte, dedicó a Fray Juan Gil unos versos de su comedia el trato de Argel: «Albricias, caro Aurelio, que es llegado un navío de España; y todos dicen que es de limosna, cierto; en el cual viene un fraile trinitario, cristianísimo, amigo de hacer bien y conocido, porque ha estado otra vez en esta tierra rescatando cristianos, y da exemplo de mucha cristiandad y gran prudencia. Su nombre es Fray Juan Gil». Dejo al lector que descubra por sí mismo las idas y venidas del fraile, que también estuvo en América, por cierto. Apasionante.