Autobuses sin rumbo rural
«Que la línea no sea rentable no es excusa. Volvamos al principio: a los buses que transportaban viajeros y paquetería»
Reconozco que a veces me cuesta entender algunas paradojas y determinadas contradicciones. No acabo de asumir que, mientras podemos viajar gratis a Zamora, Valladolid o ... a Salamanca desde los municipios del alfoz, algunos vecinos de los pueblos de la Sierra de Francia padecen un servicio paupérrimo —por decir algo— y encima pagando. Compran los billetes a través de internet o por teléfono, métodos que se convierten en un muro infranqueable para las personas mayores o con alguna discapacidad. Si no quieren quedarse en tierra, tienen que recurrir a vecinos o amigos para que les resuelvan la papeleta. Insisto: encima pagando.
El autobús pasa, sí, pero a veces la empresa recurre a vehículos más pequeños y, si no hay plazas, te quedas en tierra, aunque ese día tengas que acudir a una cita médica que llevas esperando seis meses. Así lo han denunciado algunos usuarios: encima pagando. Qué tiempos aquellos en los que cada día había dos frecuencias para ir a Salamanca: una a las 8:00 y otra a las 10:00 horas. Para regresar, lo mismo: la primera salida era a las 15:30 y la segunda a las 17:00.
Cómo echarán de menos a Agustín en aquella zona. Después de años madrugando para arrancar el autobús en Coria, ya se conocía a los fijos de la línea que llegaba a Salamanca a las 9:00 horas, el momento justo para acudir al médico, arreglar papeleo o hacer gestiones en el banco. En su época de mayor «esplendor», hasta había expediciones especiales los domingos hacia la Sierra: se salía temprano y se regresaba por la tarde.
Que la línea no sea rentable no es excusa. Es un servicio básico y debe garantizarse con unas condiciones mínimas. Cada vez que voy por la zona me preguntan: «¿Qué hay del autobús?». En los corrillos incluso se habla de movilizaciones, porque los serranos, rudos pero firmes, no se van a callar. Y menos cuando sufren el agravio comparativo de ver cómo otros disfrutan gratis de un servicio regular, mientras ellos pagan por un transporte tercermundista.
No se puede abandonar el medio rural. Y no voy a recordar por enésima vez su importancia para prevenir los incendios 3.0 como los que arrasaron este verano el oeste español y la provincia de Salamanca. No se puede abandonar, ni por rentabilidad ni por comodidad. Es, simple y llanamente, una cuestión de humanidad.
Y dado que lo recomendable es unir a la crítica una propuesta, aquí va la mía: volvamos al principio, a aquellas fotografías sepia de autobuses que transportaban viajeros, maletas y paquetes.
¿Por qué las empresas de transporte regular no pueden asumir también el servicio de paquetería de la zona? Mientras el viaje de autobús no resulta rentable, cada día pasan por esos mismos pueblos decenas de furgonetas para entregar un pedido de Amazon, otro de El Corte Inglés o las piezas del taller. Para ellas sí es rentable recorrer 60 kilómetros por un solo paquete en algunos casos.
Estoy segura de que todo esto está perfectamente regulado y que hoy por hoy está prohibido que una empresa de viajeros transporte este tipo de mercancías. Pues cambiemos la norma. Recurramos a esta o a otras soluciones ingeniosas, pero la comarca no necesita un servicio de autobús que exista solo sobre el papel: necesita un transporte que se ajuste a las necesidades reales de sus vecinos.
No se pide que sea gratuito —aunque quizá debería serlo—, pero sí que cumpla con los requisitos mínimos de formalidad, accesibilidad y regularidad. Porque el medio rural no necesita promesas, necesita movimiento: y encima pagando.
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