Zapatero remendón
Resulta que el joven Sánchez ha condecorado al gran jurista, Zapatero, con la Orden de San Raimundo de Peñafort
Desde que este memo se quedó sentado al paso de la bandera americana, los socialistas y los inquilinos de la Casa Blanca han andado a la greña como cuando aquello de Cuba. Al menos, es lo que se ha querido escenificar con el fin de que la verdad, como siempre, quede oculta y los negocios prevalezcan frente a la buena gobernanza.
Me refiero a que si la CIA, como dicen los libros, estuvo detrás de los atentados del 11M, su propósito fue que los muertos colocaran a Zapatero en la Moncloa. Al parecer necesitan una España débil y predispuesta a inmolarse, moral y económicamente, por intereses de alta cuna y baja cama.
Ahora resulta que el joven Sánchez ha condecorado al gran jurista, José Luis Rodríguez Zapatero, con la Orden de San Raimundo de Peñafort, un tipo que instauró la Inquisición en el Reino de Aragón, obra que sin duda inspira a los socialistas para llevar a cabo sus fechorías con el fin de mantenerse en el poder por toda la eternidad.
Uno de los méritos más laudable del chico leonés ha sido el descubrimiento de la «tensión social» como acicate electoral para que los suyos no pierdan el ánimo y, velis nolis, voten socialismo por muy claras que sean las señales acerca de la ineptitud de sus candidatos.
La consecuencia más brillante de esta idea prodigiosa fue la ley de Memoria Histórica. Una ley cuya finalidad, en primera instancia, era sacar a relucir los crímenes del franquismo. Obviamente, la oportunidad que se les brindó a los historiadores ha obtenido como logro, ya es mala suerte, el conocimiento del genocidio llevado a cabo, precisamente, por los antepasados de la parte legisladora.
Una carambola que ya predijo Santiago Carrillo: «José Luis, a ver si nos sale el tiro por la culata». Si lo sabría él. Recuérdese el ametrallamiento a mogollón de tres mil madrileños, limpios de toda culpa, a las afueras de Paracuellos del Jarama. Además de las miles de víctimas condenadas a muerte en más de doscientas checas distribuidas por todo Madrid.
Curiosamente, el melifluo Bolaños, para justificar el dispendio del homenaje, también resaltó los méritos zapateriles como gran economista mundial. Recuérdese los milenios de tardanza en reconocer que aquella quiebra cósmica era una crisis financiera de varios megatones. Miles de familias se arruinaron en aquella vorágine de mentiras y despropósitos.
Claro que es muy posible que Bolaños, poeta por un día, recitase la égloga que ponderaba la sabiduría del ínclito en materia de economía, manda huevos, para premiar su labor recaudadora en los caladeros dorados de Hispanoamérica. Una actividad encomiable, ya que se realizó en beneficio de su partido y digo yo que algo se perdería por el camino. No en vano, por los mentideros de la villa corre la especie de que el patrimonio reunido por este gran servidor de la patria va más allá de lo calculado por la lógica.
También fue objeto de alabanza aquella fórmula mágica que el chico se inventó para salvar al mundo de sí mismo. O sea, la Alianza de Civilizaciones. Hasta los zampones de la ONU se lo tomaron en serio y enseguida se pusieron a financiar chiringuitos, despachos ministeriales y algún que otro cormorán elitista de pluma y espada.
Desde entonces, España se beneficia del invento con la llegada de miles de africanos que vienen con el fin de fusionar sus civilizaciones con la nuestra y su ilusión desbordante con los fondos abisales del déficit público.
No me extrañaría que a Zapatero ogaño le concedieran el Premio Nobel, sobre todo por señalar al régimen chavista como el milagro de la superación dialéctica de la lucha de clases. Al menos, eso dijo la Yoli, presumiendo de su marxismo de pasarela y organdí. Eso sí, algo más proustiano que el de Zapatero, marxista de petrodólares y servicios prestados. ¡Diantre de chico!