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Todo lo que tocan

El problema de ahora es que hay cuatrocientos mil políticos disputándose a pedradas los cargos públicos

Jueves, 5 de junio 2025, 05:30

Lo siento, señores, pero las películas de mafiosos a mí es que me privan. No me pierdo una. De las que más me gustan es «Bugsy». Entre otras cosas porque sale Annette Bening, nefertítica, aunque ya se me ha puesto entre pureta y ancien régime. Warren Beatty, en cambio, parece que aún mantiene intactas las constantes vitales. Un tipo, este Bugsy, que inventó Las Vegas y las tragaperras con el mismo esfuerzo mental que el diseñador de la fregona y el molinillo de café. También me chifla aquella cinta del «Cotton Club». Una pasada, joder, con el famoso Lucky Luciano dirigiéndolo todo desde las sombras y cargándose al Holandés. No con una bomba lapa, claro, pero sí a balazos en un restaurante, que para eso están los restaurantes y la cocina de fusión.

Como saben, Lucky Luciano, Meyer Lansky y Frank Costello fueron los tres capos más inteligentes de la historia de la Cosa Nostra. No llegaron a presidir ningún Gobierno, privilegio que sólo pueden obtener los capos socialistas, pero sí dominaron la isla de Cuba, manteniéndose a la diestra de Fulgencio Batista y a la siniestra de Spriulle Braden, el embajador americano. Bueno, pues resulta que estos cinco pajarracos consiguieron mantener el peso cubano casi a la par con el dólar, había pleno empleo y la deuda pública se mantenía en unos niveles aceptables.

Les aseguro que me hubiera gustado vivir en aquellos tiempos y haber bailado «Cachita» en el Copacabana, eso sí, después de tomarme un par de daiquiris con Hemingway, acodado en la barra y escuchando sus fanfarronadas. De todas maneras, tampoco es que me queje de la vida, ya que pude bailar «Perfidia» en el casino de mi pueblo, durante aquellos años tranquilos de la dictadura, cuando un matrimonio de clase media con seis hijos llegaba perfectamente a final de mes. Lo mejor de aquellos años es que apenas había políticos, y los pocos que salían en el Nodo unos eran catedráticos y otros ingenieros. Tampoco se pagaban impuestos, y mi padre, un funcionario de Telégrafos, pudo dar estudios a su media docena de hijos y comprarse además un Gordini, que avanzaba como la caballería de Patton.

El problema de ahora es que hay cuatrocientos mil políticos disputándose a pedradas los cargos públicos. Para colmo, hay un tipo aferrado a los colchones de la Moncloa, que se permite atemorizar a los jueces, corromper a los fiscales, amenazar a la policía judicial y todo a través de una tiparraca, que en poco tiempo ha devenido en vaca lechera. Una elementa que campea por España, de feria en feria, anunciándose como el bálsamo de Fierabrás para cualquier delincuente que le facilite informes de cama contra los guardianes del orden. Y encima estuvo a cargo de las votaciones por correo. Una zorra al cuidado del gallinero.

En mi opinión, todo este barrizal que ha formado la jauría socialista tiene su origen en el 11M. De aquellos muertos les viene el poder, la sinrazón y la impunidad que disfrutan. Desde entonces se ven con las fuerzas necesarias para hacer de España un país bolivariano, tercermundista, mafioso y, sobre todo, a oscuras, como el apagón del otro día.

Y mientras Sánchez lo sigan considerando el líder más valorado, les aseguro que los socialistas lograrán su propósito. Ya han dinamitado la Constitución con la ley de Amnistía y los delincuentes hace tiempo que han tomado las calles, asaltan nuestras casas y hasta saquean las tarjetas de crédito.

O sea que no creo que volvamos a recuperar la democracia de 1978, a la que saludamos con la esperanza de una reconciliación definitiva entre españoles. Al final la han dinamitado los de siempre. Los mismos artificieros que volaron la Restauración de Cánovas y la Segunda República, convirtiendo todo lo que tocan en música de letrinas. Lo único que nos queda, pues, es fantasear. Como dijo el imbécil.

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