Secciones
Destacamos
Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
Opciones para compartir
Creo que ese tópico acerca de la voracidad catalana está plenamente justificado. De ahí que España lleve siglos soportando el cilicio de un chantaje permanente. El sainete que los catalanes han escrito acerca de su singularidad racial se ha representado en el tiempo más de lo necesario. A lo largo de la historia europea jamás una ínfima parte de su territorio ha conseguido, como Cataluña, cubrirse de oro mediante una mentira tan reiteradamente ridícula.
Cuando Felipe V se hizo con el trono, todo el centralismo francés cayó a plomo sobre España. En un principio, los catalanes, que lucharon de parte del aspirante austriaco, patalearon al ver sus instituciones abolidas por el Borbón. Sin embargo, aquel rey, seguramente mal aconsejado, consideró que aumentando los recursos de Cataluña se pondrían de su parte. Craso error. Y ahí empezó el chantaje histórico de unos simples payeses a toda una nación, que por aquel entonces era la más rica del mundo.
El primer regalo fue convertir el puerto de Barcelona en el más importante de la península, reduciendo a cenizas el negocio de otros como el de Bilbao, Cartagena y Sevilla. También concedió a Cataluña el monopolio del tráfico de esclavos. Naturalmente, los burgueses de Pedralves, descendientes degenerados de la nobleza, se enriquecieron como si hubieran explotado las minas del rey Salomón. Aún sospecho que algún club catalán mantenga en régimen de esclavitud a sus empleados de raza negra.
Naturalmente, la industria textil catalana, gracias a las concesiones arancelarias, créditos de la banca española y contratos de abastecimientos militares, compitió con las del resto de España casi en régimen de monopolio. Que se lo pregunten a los bejaranos.
Para colmo de males, después de la generosidad de la casa de Borbón, llegó la magnanimidad del general Franco, que dio órdenes estrictas para que Cataluña fuera objeto de las mayores inversiones industriales, deportivas y en materia de infraestructuras. Recuerde el lector que la principal fábrica nacional de automóviles, la SEAT, se estableció en Cataluña por decisión personal del señor del Pardo. También, para colmo de dádivas, si no llega ser por los bancos españoles no se hubiera levantado el Nou Camp. No es de extrañar que fueran tres las insignias de oro y brillantes que la directiva del Barcelona prendió en la guerrera del Caudillo. Todos con el brazo en alto y cantando el «Cara al sol». La pela es la pela.
Por cierto, gracias a otra orden del Generalísimo, el Real Madrid fue eliminado, en 1961, de la Copa de Europa. Tres goles absolutamente legales tuvieron que anular a Di Stéfano para que el Barcelona ganara la eliminatoria y pudiera jugar la final contra el Benfica. Como era de esperar, el Barsa no supo estar a la altura y perdió estrepitosamente la primera final de su historia.
En la actualidad, sólo hay que leer la prensa diaria para enumerar las prebendas que el Gobierno les concede cada día. De repente, los catalanes se han encontrado con un regalo como caído del cielo. Se trata del felón instalado en la Moncloa, que por el módico precio de siete votos les está entregando hasta el corpiño de la Dolores. Incluso ha consentido que la Constitución española se utilice como papel higiénico en cada una de las letrinas ministeriales.
Estos rojos de pachuli y trenes muertos ya deberían saber que los remedios para someter a los golpistas catalanes son dos: promulgar una nueva ley electoral y, sin compasión alguna, arruinar su economía. ¿Por qué los extremeños no somos separatistas? Porque con nuestra recaudación tributaria, maldita sea, no llegamos a final de mes. Obviamente, sólo los ricos y los ladrones quieren salir por piernas. Se llevan el botín y si te he visto no me acuerdo. Y encima esta esa cosa de la sardana.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.