España cañí
No era Manolito Santos, un profesional honrado y cabal, sino Santos Cerdán, el recaudador de impuestos para el PSOE
Ahora que disfrutamos de la temporada taurina, nada parecido al paseíllo del lunes en la Monumental de Soto del Real. Si bien eché de menos que las alegres comadres del «sanchismo» jugaran al corro de la patata, lo mismo que aquellas púberes canéforas del «felipismo». Sí, hombre, sí, cuando el paseíllo de Vera y Barrionuevo.
Pregunté a un buen aficionado por el nombre del matador y me dijo que se llamaba Santos. No puede ser, respondí, ya que Manolito Santos, gran torero mirobrigense, murió hace más de medio siglo en Casillas de Flores. Ocurrió al dar un capotazo a un toro de nombre Islero, tocayo del de Manolete, de la ganadería de Alfonso Pinto.
Pero no era Manolito Santos, un profesional honrado y cabal, sino Santos Cerdán León, el recaudador de impuestos para el partido socialista. Es decir, el cobrador del frac, o sea, el encargado de exigir los porcentajes pertinentes para que los indigentes de Ferraz puedan pagar la luz, el agua, los reyes de los niños, los mariscos del sindicato y las fornicatrices del ministro rijoso y chingador.
He ahí el problema y la causa de todas las causas. Me refiero, claro, a la financiación ilegal del partido. Todo lo demás son fuegos artificiales para amortiguar el sonido estridente y el olor nauseabundo de las cañerías infectas de un partido político, que desde su fundación hasta nuestros días ha utilizado la falsedad, la ilegalidad y el robo sistemático para llevar a España a la miseria más absoluta. Aquella frase de Bismarck, tan famosa como manida, acerca de la fortaleza de España, la corregiré sin que me tiemble la mano: «España es el país más fuerte del mundo: los socialistas llevan siglo y medio intentando destruirlo y no lo han conseguido».
No obstante, para ser justos con la Historia, digamos que hubo un tiempo, durante los primeros años del felipismo, en que se intentó construir un partido inspirado en el laborismo británico de Harold Wilson y la socialdemocracia alemana de Willy Brand. Contaba González para tal objetivo con políticos de la talla intelectual de Miguel Boyer, Javier Solana, Carlos Solchaga, etc. Muy distinto aquel elenco al de estos soplagaitas que ahora nos desgobiernan. Desgraciadamente, la corrupción y el Gal se llevaron por delante las esperanzas de tener en la izquierda a un partido prudente, patriota y, sobre todo, constitucional.
La llegada al poder del inútil de Zapatero, montado en un tren cargado de muertos, y la irrupción del político más trilero, mentiroso y sin escrúpulos que hayan parido los siglos, incluidos el duque de Lerma, Manolo Godoy y el criminal de Largo Caballero, han frustrado cualquier esperanza de que en España coexista una izquierda que anteponga el bien de la nación a los interesas de partido o a las ambiciones personales de cualquier chulángano con aires de sátrapa.
Qué vergüenza, Pedro Sánchez, al verte el otro día, cuando esa vaina de la OTAN, montando el cuplé delante de los cachicanes europeos, y sólo para calmar los furores de la Belarra y el climaterio de doña Rogelia. ¿No te da vergüenza dejar al pairo a todos los españoles? A ver si te has creído que eres Talleyrand, ministro de Asuntos Exteriores de Francia, quien astutamente exageró su cojera en el Congreso de Viena con el fin de ablandar los corazones de rusos, ingleses y prusianos.
Pedro, en mi opinión, para el vodevil holandés debiste enviar a Santos Cerdán, tu otra mano derecha. Al menos, habría engañado a Trump con la filfa de que vamos a comprarle los misiles sicalípticos que, en definitiva, nos vino a vender en plan viajante de ferralla nuclear. De manera que debes ordenar a Conde Pumpido que desentrulle a ese gran diplomático que es Cerdán. Me cuentan que Puigdemont ha entrado en desconsuelo y la melancolía le acongoja el corazón. No lo puedes consentir.
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