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La bata de Manolita Chen

La gallofa fascista que nos gobierna trata a toda costa de intervenir tanto las instituciones como los mercados

Jueves, 13 de febrero 2025, 05:30

No se entiende que al país más poderoso y rico de la Tierra le entre el canguelo por culpa de esa vaina del libre mercado. Llevan los americanos medio siglo dándonos la vara con las teorías de Milton Friedman y ahora resulta que de un plumazo se han pasado al intervencionismo puro y duro, como cuando Roosevelt hubo de salvar al país de la depresión y a los empresarios de su afán por tirarse desde lo alto del Empire State. Sin embargo, no creo que hoy día los magnates de los Estados Unidos anden muy deprimidos, forrándose como están gracias a la guerra de Ucrania. El caso es que ha llegado Donald con su ego gigantesco, más esa firma suya destinada al diván del psicoanalista, y se nos ha puesto tan chulo como tarasca, amenazándonos con aplicar aranceles a los pimientos de Benavente y a las lentejas de la Armuña.

Ni los chinos, que son comunistas desde lo de Mao, jamás se atreverían a semejante sacrilegio. De nuevo, el mundo al revés. O sea que ahora son los inventores del flan chino mandarín quienes han leído el libro de Friedman, «Capitalismo y Libertad», y esa es la causa de su riqueza actual y de que hayan puesto bazares por los cinco continentes, y creo que hasta en la luna comen ya insectos fritos con salsa agridulce.

Apuesten ustedes a que dentro de unas semanas, los chinos serán los amos del Universo. De manera que, visto lo visto, deberíamos desertar de occidente y unirnos a los amarillos, aunque hayamos de comer el cocido con los palillos del tambor. Hay que abandonar la estela del amigo americano, muy apagada ya desde que la CIA asesinó, entre otros, a Marilyn Monroe y a los hermanos Karamazov. Quiero decir que el liberalismo ha cambiado de orilla a pesar de ser, como dice Friedman, la piedra angular de cualquier democracia que se precie.

De ahí que la gallofa fascista que ahora nos gobierna trate por todos los medios de intervenir tanto las instituciones como los mercados. No se extrañen ustedes de que antes del final de esta legislatura, si es que permiten que haya un final, el señor Koldo preside esa cosa del mercado de valores, llevándose como secretaria a la Susi, que ha dado muestras suficientes de no haberse leído ni a Friedman ni, mucho menos, a Corín Tellado, que fue lectura obligatoria en la Sección Femenina de doña Pilar Primo de Rivera.

Por cierto, me quedé de un aire cuando la otra noche, en el coñazo de los premios Goya, apareció la susodicha enjaezada con la bata china de Manolita Chen. Unos han dicho que era la viva imagen de madame Butterfly, si bien el camisón que le asomaba por los bajos era sin duda el de Manon Lescaut. A decir verdad, me sorprendió gratamente que la ministra del sablazo fuera aficionada a las óperas de Puccini. La creía más en el bando de Juana la Macarrona, la Paquera de Jerez y otras élites del baile flamenco.

Desde luego, la presencia del joven Sánchez, con su esmoquin de camarero marxista, nos dio a entender que estaba dispuesto a seguir interviniendo el mercado del cine, una industria incapaz de mantenerse sin la subvención estatal, igual que todos los chiringuitos feministas, animalistas, ecologistas y de las Jons. Desde luego, Sánchez, por muy licenciado que sea, tampoco ha leído a Friedman. En realidad no ha leído ni su propia tesis, quedándose varado en las teorías revolucionarias de José Luis Ábalos y en las obras completas de Víctor de Aldama. Dos genios que al alimón deberían ser candidatos indiscutibles al Nobel de Economía, sobre todo por su aportación algorítmica a los fundamentos de la industria sanitaria y otras mercaderías de negro satén. Me refiero, claro, a los principios básicos para la reflotación de empresas, el blanqueo de leandras y la vigilancia ginecológica de las muchachas en flor. O sea, pura ciencia.

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