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EN EL CENTRO DE LA DIANA

Tantos políticos honrados

He tenido el privilegio de trabajar durante ocho años con ellos y lo he comprobado

Sábado, 21 de junio 2025, 05:30

Salvador de Madariaga, una de esas personas cuya biografía merece la pena leer, decía que la honradez se ha de medir de cintura para arriba y la honestidad de cintura para abajo. Y por lo que estamos viendo en las últimas semanas, pudiera parecer que ambas virtudes han desaparecido del espectro político español. Ni honrados, ni honestos. Al contrario: mentirosos, oportunistas, mediocres, sin escrúpulos. Malas personas, que es al final el peor insulto que se puede hacer a un ser humano.

Es perfectamente comprensible que los españoles consideren que uno de sus principales problemas son los políticos. No ya que no esperan soluciones de ellos, como cabría esperar, sino que han pasado a formar parte de eso que les quita el sueño, junto al desempleo y la inestabilidad económica, y que vivirían más felices sin ellos.

Porque, en definitiva, ¿quién, en su sano juicio, se dedicaría a la política si no es para tener algún «beneficio extra»? Optar por esta forma de vida implica estar continuamente expuesto a la opinión pública. Aunque cada vez tiene menos de opinión -ya que se ha convertido en ataques sin fundamento a derecha, izquierda, centro o lo que se tercie -, y de pública -desde el momento en que ha surgido la posibilidad de realizar comentarios que descargan veneno por doquier con la comodidad del anonimato-. En este momento, insultar es gratis. Dedicarse a la política requiere tomar decisiones difíciles, que gustarán a unos y enfadarán a otros porque lo considerarán una afrenta personal. Implica una agenda completa, prácticamente todos los días del año, con el sacrificio personal y familiar que eso supone. Conlleva encontrarse cara a cara con los ciudadanos y tener que rendir cuentas sin posibilidad de huida. Implica la incertidumbre del qué pasará el día de mañana, si adversarios o compañeros deciden moverte la silla. Y si bien es cierto que en algunos casos el sueldo es muy superior a la media, es mucho mayor el porcentaje que jamás se va a enriquecer dedicándose a la política.

La política es ingrata, esa es la verdad. Pero a la vez, la posibilidad de trabajar para contribuir a mejorar la vida de los demás genera una satisfacción personal difícil de igualar. Será tal vez que la sangre de Don Quijote sigue corriendo por nuestras venas, y cuando llega a un determinado nivel de concentración nos empuja a dar el paso. Sea como sea, existen políticos -la mayoría- que no buscan en esta ocupación nada más que aportar su granito de arena a la sociedad.

No aspiro a que nadie me crea, ya que me he dedicado a la política, pero puedo asegurar que la mayoría de las personas que se dedican a esta actividad, en esta ciudad y en esta provincia, lo hacen movidos por el bien común y no por intereses personales. He tenido el privilegio de trabajar durante ocho años con ellos y lo he comprobado. Personas comprometidas, que han estado siempre a la altura de las circunstancias, que han primado el interés general en cada decisión, aunque no siempre se entendiera así. Es cierto, existen los políticos honrados. Los he visto.

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