Secciones
Destacamos
Corresponde comenzar diciendo que como en el 2024 he sido buena, es de justicia que cumpláis con mi lista de regalos. Pero como magos que sois, de sobra conocéis si me lo merezco o no, así que podemos ir al grano.
Aunque resulte un tópico, este año vuelvo a pediros salud para todos. Porque es la base sobre la que construir todo lo demás. Pero si ni siquiera vuestra magia puede lograrlo, os pido inteligencia para quienes manejan presupuestos públicos, que lleguen a comprender que solo destinando más financiación a la investigación se puede avanzar en detección precoz y en tratamientos eficaces para combatir las enfermedades. La vacuna contra el covid demostró que la inversión y la colaboración eran el camino. Os pido más de eso, pero sin pandemia, por favor.
Y os pido, aunque puede sonar a ciencia ficción, un retroceso en el tiempo. No a la infancia, ni a décadas más gloriosas de nuestra historia. Un salto atrás de muchos miles de años, para recordar algo que parece que se nos ha olvidado: ser humanos.
Cuando a Margaret Mead, una eminente antropóloga del siglo XX, le preguntaron cuál consideraba que había sido el primer signo de civilización de la humanidad, no habló del lenguaje, el fuego o el arte. Ningún avance biológico, técnico o cultural parecía tener un valor trascendente para ella. Su respuesta fue que el primer momento que marcaba la aparición de nuestra naturaleza de humanos, específica y diferente del resto de seres vivos, era un fémur fracturado y curado. Ese hueso roto hubiera impedido la supervivencia del sujeto lesionado, en un momento de nuestra evolución en el que las destrezas físicas eran imprescindibles para conseguir alimento y huir de los depredadores. La única explicación para que esa fractura terminara curando es que alguien cuidó del miembro herido del grupo, y le proporcionó alimento y protección hasta que recuperó su autonomía. Traído a nuestra tierra, que también tenemos aquí mucho de lo que presumir, la cercana Sima de los Huesos de Atapuerca nos cuenta historias de solidaridad de hace casi medio millón de años. Benjamina, una niña con disfunción motora. Miguelón, que necesitaba que masticaran sus alimentos para poder ingerirlos. Elvis, con una enfermedad degenerativa que le impedía desplazarse. Todos ellos sobrevivieron a pesar de su extrema vulnerabilidad porque no estuvieron solos. El resto de miembros del grupo se mantuvo a su lado y les cuidó.
Ese fue el inicio. Nos convertimos en seres humanos cuando comprendimos que la persona que teníamos al lado merecía nuestro apoyo, incluso aunque no fuera tan «productiva» como el resto del grupo. Y dejamos de serlo cuando el individualismo ganó la partida, cuando el ser que teníamos al lado, un amigo, un vecino, un compañero de trabajo, alguien anónimo que nos encontramos en la calle,... dejó de importarnos. Cuando los demás se volvieron invisibles, especialmente si no podían mantener el ritmo.
Queridos Reyes Magos, sé que sois muy poderosos, ¿pero tanto como para lograr un 2025 lleno de seres humanos que de verdad lo sean?
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.