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EN EL CENTRO DE LA DIANA

Feliz Lunes de Aguas

A todos los salmantinos, nativos o de adopción, a todos los que están de paso y a los que estando lejos siguen llevando su tierra con ellos

Sábado, 26 de abril 2025, 05:30

Decir que Salamanca destaca por la majestuosidad de su patrimonio, la historia que alberga y el conocimiento que ha dado al mundo, es una verdad solo a medias.

Es indiscutible que sus edificios históricos tienen un valor incalculable, que bajo su cielo se han desarrollado casi tres milenios de historia, que ha sido pionera en la defensa de los derechos humanos y que los descubrimientos científicos que hoy nacen en sus centros de investigación contribuyen al bienestar de nuestra sociedad.

Pero junto a todo esto hay algo que otorga un brillo especial a Salamanca y produce envidia sana a todos los que un día llegamos desde otros lugares: el orgullo por sus tradiciones. No me refiero a la promoción dirigida desde instituciones y organismos, que de cuando en cuando desempolvan costumbres ancestrales para que no se apolillen en el olvido. Porque una tradición que hay que forzar está destinada a desaparecer. Solo perdura de verdad cuando nace del ciudadano de a pie, el que está orgulloso de sus señas de identidad, las integra en su vida con naturalidad y de la misma forma se las traslada a sus hijos. Y eso ocurre en Salamanca, desde el botón charro, a la ofrenda floral, pasando por la capa charra, los grupos de danza, los bolillos y tantas expresiones más.

Lo descubrí mi primer Lunes de Aguas, en 1992. La explicación que se nos da a los forasteros es muy simple: una merienda al lado del río con una empanada típica rellena de carne y embutido. Hasta aquí no hay mucha diferencia con otro tipo de celebraciones en torno a la gastronomía, en fiestas patronales o romerías. Pero ahí terminan las similitudes. Porque el origen de la celebración, vinculado explícitamente al lenocinio, dudo que tenga parecido con ninguna otra fiesta. Y que siga vigente cinco siglos después, sin tener ninguna connotación religiosa, tampoco es lo habitual. Y es aún más difícil de entender que siendo un día laboral, las calles se vacíen, y que el acuerdo social tácito establezca que no abra ningún comercio por la tarde. Y si alguna franquicia sin raíces en la ciudad comete el sacrilegio de abrir sus puertas, la solidaridad con los trabajadores, privados de su Lunes de Aguas, hará que nadie las atraviese.

El Lunes de Aguas es mucho más que una tradición pintoresca y con un origen políticamente incorrecto. Es algo que los salmantinos están dispuestos a defender, presumir y compartir, porque se basa en el pilar fundamental de cualquier sociedad: la familia. El Lunes de Aguas se vive en familia, no importa si es la de sangre o la que construimos a lo largo de nuestra vida. Es el momento en que diferentes generaciones comparten todo lo que las une, por encima de lo que las separa. Es el tributo a las raíces y a todos los que a lo largo de los siglos han celebrado este día de encuentro, con el orgullo y la seguridad de saber que, por mucho que pase el tiempo, no va a desaparecer.

A todos los salmantinos, nativos o de adopción, a todos los que están de paso y a los que estando lejos siguen llevando su tierra con ellos, feliz Lunes de Aguas.

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