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Ser de determinados equipos de fútbol o del PSOE es muy difícil. Es un paralelismo de lo más natural y es que en los dos escenarios uno depende de lo que hagan otros a los que supuestamente admira o en los que confía para que guarden y defiendan sus ideales. Los votantes del PSOE no levantan cabeza y eso que desde hace casi 7 años su partido lleva gobernando este país, pero a costa de que se hayan quedado sin argumentos para defender a los suyos en cualquier conversación de parque de La Alamedilla o tomando un pincho de jeta en cualquier terraza de la ciudad.
Conozco a muchos socialistas que son duchos con la palabra y tienen cierta habilidad para argumentar, defender posturas e indagar en las carencias de sus adversarios políticos, pero es que últimamente cuando hablo con ellos noto que se van quedando sin balas. La munición argumental se va acabando cuando tienes que defender pactos de vergüenza con independentistas y simpatizantes de ETA, cuando la mujer del presidente está metida en varios casos que huelen bastante mal, el cachondeo de Ábalos y sus amigas/sobrinas o cuando el hermano del amado líder no sabe ni dónde está la oficina donde le han enchufado. Esto último es gravísimo, ya que puedes ser un caradura y que te coloquen en un puesto, pero es de ley ir por lo menos unos días a disimular e invitar a unas cañas a los compañeros para no volver a aparecer por allí. La educación está por encima de todo y es que hay que tener estilo hasta para llevarse calentito el dinero de todos los españoles.
Ahora, el diario El Mundo muestra mensajes de WhatsApp de los años 2020 y 2021 entre Pedro Sánchez y el entonces secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos. En ellos el presidente de este país pone a parir a sus barones de aquella época y le pide a su escudero con aires de Torrente que silencie las críticas y que los meta de nuevo en el discurso único del amado líder. Otro bochorno más para el socialista de toda la vida que nota que del partido con el que ha crecido y al que tanto ha defendido no queda casi nada.
Volviendo a los sinsabores que dan el fútbol y la política, lo que más molesta a un aficionado cuando sabe que su equipo ha jugado mal y que sus jugadores son unos jetas es que encima salgan diciendo que la culpa es del árbitro, del césped, del presupuesto o del horario del partido. Esto es lo que ha hecho el ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública, Óscar López, que ha calificado de «muy grave» la publicación de «comunicaciones privadas» del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. «Eso son bulos y fango de la ultraderecha», ha defendido. Hay que tener muy poca vergüenza. Las excusas del fango y la del miedo a que viene la ultraderecha no son eternas, aunque ahora ese día nos parezca a muchos muy lejano y casi imposible de que se acabe llegando.
La verdadera cara de esta pandilla de personajes que nos gobiernan ha vuelto a salir a la luz pública. Es que incluso el señor Ábalos dice que el expresidente de Extremadura Guillermo Fernández Vara tiene «complejos de pobres». Lo de defender y estar orgulloso de la clase trabajadora se lo pasan por el arco del triunfo. Y que no extirpen con precisión cirujana a Ábalos de todo esto ahora que ya ha caído en desgracia, que ese señor cuando hacía de Torrente era la mano derecha del presidente.
La única esperanza que nos queda es que como en el fútbol cuando se juega mal muchas veces al final los pañuelos acaban señalando al presidente. Algún día se acabarán las excusas y volveremos a ser un país medio normal.
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