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Opinión

Progresismo zombi al poder

Este país se va a la mierda, pero mientras que los Mossos d'Esquadra respeten los semáforos en rojo todo irá bien

Lunes, 12 de agosto 2024, 06:00

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Ya no sabemos ni cuándo caen los gobiernos en España. Cuando este país era decente, el ciudadano sabía en qué momento se tambaleaba un inquilino de la Moncloa. El final de Felipe González en la presidencia se iba intuyendo con varios escándalos hasta que el caso Luis Roldán le puso la puntilla. Fue el comienzo del fin del felipismo, sumió en el asombro y el bochorno al PSOE, y acabó siendo el principal detonante de la decisión de Jordi Pujol de abandonar a Felipe González y obligarle a convocar anticipadamente las elecciones de 1996. Qué curioso. Los conceptos fugado y Cataluña de la mano ya en los 90.

Después, con Aznar y el jaleo en el que se metió con las armas químicas, la guerra de Irak y demás, no había que ser muy listo para saber que en su tumba política sobresalía esa foto del trío de las Azores con George Bush y Tony Blair. La situación era tan angustiosa que hasta un personaje como José Luis Rodríguez Zapatero llegó a la presidencia. Inaudito, pero cierto. El fin de Zapatero también lo sospecharon los españoles cuando la economía nacional estaba como un frigorífico de un piso de estudiantes a día 25 de mes. A Rajoy le enterró la corrupción, la caja B, el 'Luis, sé fuerte' y demás. Era cuestión de tiempo que cayera.

En todos los casos, se olía el fin de ciclo de cada uno. Algo que no sucede con Pedro Sánchez. Siempre pienso que como haga «esto» tiene que dimitir. Como mienta y después haga lo contrario, se tiene que ir. Como pacte con los herederos de ETA, se hunde. Como se le ocurra ir de la mano con los independentistas, que se despida de la presidencia. Como se junte con Pablo Iglesias, después de decir que no dormiría bien por las noches si fuera su socio de Gobierno, el sistema político español salta por los aires. Como pacte con Puigdemont… El fin de Pedro Sánchez en el Gobierno no tiene fecha ni se ve la luz al final del túnel.

El vino, vio y se descojonó de toda España de Carles Puigdemont es uno de los hechos que tumban gobiernos, o por lo menos a González, Aznar, Zapatero y Rajoy les hubiera supuesto quitar los cuadros de su despacho en La Moncloa. Pero a Pedro Sánchez no le pasa factura política nada.

Lo del otro día de Puigdemont generó un consenso en España. En esto no hay colores. Toda la ciudadanía española pasó vergüenza ajena al ver semejante esperpento. Fue dantesco, ridículo y daba hasta pena. La situación dejaba este país a la altura del betún.

La pregunta que nos hacemos muchos es ¿qué tiene que suceder para que caiga el Gobierno de Pedro Sánchez? ¿Un apocalipsis zombi? No. Si llega una plaga de zombis a España, en unas horas ya tiene el acuerdo de Gobierno para pactar con ellos. El progresismo zombi al poder.

Yo ya no me ilusiono con nada. Me he hecho a la idea de que va a estar a los mandos de este país hasta que le salga de la punta de la nariz. Es mejor aceptarlo a ser un infeliz de por vida.

Aunque estoy resignado con el mandato 'vitalicio' del rey de las matemáticas parlamentarias más crueles, me consuelo pensando que peor tiene que estar el jefe de los Mossos d'Esquadra, Eduard Sallent. Pobre hombre. Tener que salir a explicar que se les puso en rojo el semáforo cuando tenían casi atrapado a Puigdemont es uno de los trances profesionales que cambian vidas y carreras.

Este país se va a la mierda, pero mientras que los Mossos d'Esquadra respeten los semáforos en rojo todo irá bien.

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