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El peligro del whatsapp

Esta tecnología es un arma de doble filo que puede hacer caer gobiernos, matrimonios y empresas si se utiliza mal

Lunes, 19 de mayo 2025, 06:00

Las palabras se las lleva el viento. Sí, eso era hasta que llegó el whatsapp y todo queda registrado. Antes, el que guardaba conversaciones telefónicas o grabaciones de charlas con otras personas era un tipo raro, con alma de espía y que sabía que tendría que chantajear en un futuro para sobrevivir. Ahora ya no. Todos tenemos a mano una hemeroteca de lo más completa en nuestros teléfonos móviles para recuperar el pasado. Que se lo digan a Pedro Sánchez, que su lugarteniente Ábalos tiene todo sobre sus años de compadres archivado y guardado. Lo irá sacando de forma escalonada en función de cómo le trate el Gobierno y la justicia en sus múltiples causas.

Lo de que no hay que dejar nada por escrito es una máxima inapelable, pero es que en la sociedad actual es muy difícil verse para decirlo a la cara y cada vez se habla menos por teléfono en detrimento de escribir wasap. Y los que tenemos alguna cana todavía tenemos la antigua costumbre de llamar si necesitamos algo, pero es que los más jóvenes no descuelgan el teléfono ni aunque les tengan secuestrados. «Papá o mamá, estoy secuestrado. Haz bizum a este número y me sueltan», escribirían. Ya no hay ni pañuelos para que los secuestradores distorsionen la voz ni cabinas donde llamar pidiendo un rescate. Por cierto, si pagas el rescate de tu hijo adolescente, lo máximo que te puedes llevar es un 'ok' en wasap de que está bien y que significa además que no va a dormir en casa.

El whatsapp además es una fuente de imaginación ilimitada. La mente humana puede interpretar de 1.750 formas diferentes un mismo mensaje. Ese enamorado que espera una respuesta temiéndose ser rechazado cuando en realidad el receptor/a está a otras cosas, pero sí bebe los vientos por el emisor. En lo laboral, están los que aguardan una respuesta sobre un tema de trabajo importante divagando que es el fin de su carrera profesional al no tener respuesta, cuando en realidad el que recibe el mensaje está reunido de verdad y no puede contestar. El sufrimiento esperando una respuesta en el whatsapp son los latigazos o el garrote vil del siglo XXI. Qué tortura.

Estoy describiendo el universo whatsapp, que no criticándolo, ya que me parece un avance brutal en nuestra sociedad, pero a la vez es un arma de doble filo que puede hacer caer gobiernos, matrimonios y empresas si se utiliza mal.

Todos esos whatsapp esperpénticos entre Sánchez y Ábalos 'sujétame el cubata' son deplorables, pero hay que hacer examen de conciencia y repasar qué aparecerían en nuestros teléfonos si se hicieran públicos. Hay verdaderos tesoros ocultos en cada móvil. La trascendencia no sería tal, ya que no somos presidentes de Gobierno ni ministros ni hombres de confianza del máximo representante de este país.

Otro rasgo que se ve en las conversaciones publicadas por El Mundo es lo conciso que son estos dos sujetos. Son mensajes cortos, directos y sin medir mucho las consecuencias. Si los involucrados fueran otros, en concreto mi mujer y sus amigas, la repercusión hubiera tenido dimensiones bíblicas. No hubieran aparecido casi mensajes y sí eternos audios, que en realidad son podcast que bien se podrían grabar en estudios de grabación. Esos discos de 12 pistas son maravillosos y la pena es que se no se disfruten escuchándolos con la velocidad aumentada. La introducción se alarga hasta el minuto 7.

En toda esta jungla del whatsapp lo único que nos salva son los emoticonos de corazones y besos que mandan las madres. Solo por eso merece la pena correr el riesgo de que te los saquen a la luz.

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